martes, 18 de septiembre de 2012

Negritos

Agatha Christie
Ten Little Niggers

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Nunca pasé tanto frío, ni tan a gusto (y uno es de Burgos), como hace un par de años en una velada de boxeo navideña en Cobeña. La casualidad me permitió compartir fila de ring con Sergio Gabriel “Maravilla” Martínez, el campeón que viene de arrebatarle a Julio César Chávez Jr. el cetro de los medios en Las Vegas.

    Aquella noche no vi el momento de retratarme con él y decirle cuánto lo admiraba, y menos en estos tiempos, que tienden a conceder la admiración como los vales de leche, que dijo mi ensayista, nada más que a la miseria y a la angustia.

    Me pasó lo que a Bonifacio cuando Agustín Ibarrola le propuso, a modo de compromiso artístico, acudir a la salida de los Altos Hornos de Vizcaya para obsequiar a los obreros con bocetos de sus cuadros y esculturas.

    –¡Coño, Agustín! Que nos van a tomar por lo que no somos.

    O lo que a Alberto García-Alix cuando llegó a Nicaragua contratado de extra en “El Dorado” de Saura, donde sale Omero Antonutti blandiendo una espada conquistadora en cuyo canto se lee “Recuerdo de Toledo”. Alberto, que vivía en la bodega de “La Mala Fama” en la madrileña calle del Barco, siempre bebió ron “Negrita”, y en el bareto de rodaje en plena selva nicaragüense sólo había un camarero… negro.

    –¿Cómo le decía yo a aquel tío: “Quiero un ron Negrita”?

    Y se quedó sin ron como yo me quedé sin foto con “Maravilla”, esa mezcla de Monzón y Ray Sugar, cuya homérica pelea con Chávez Jr. me tuvo este fin de semana en vela hasta el alba, cosa que no me ocurría desde las madrugadas de Tyson, en los 80, con Jorge Berlanga.
    
¡Las Vegas a Alcorcón ya! Y que el casino se llame Isla del Negro, a la salud de Esperanza, penúltimo de los diez negritos (Mayor, Cascos, Rato…) de Agatha.