martes, 25 de septiembre de 2012

Rayo Vallecano, 0; Real Madrid, 2. Mi verdad


Pero a Pepe le van dando galletas en todos los campos de España porque su cráneo tiene ya algo de calavera totémica y amuleto y la van tocando todos. Se ha convertido en el gran receptor de coscorrones, en la colleja propiciatoria

Hughes

Me fui a ver el partido a un bar de los que utiliza el cine español para ambientar sus historias de policías, sólo que en lugar de Santos Trinidad había viejos. Estoy preocupado por la pirámide poblacional del madridismo. Allá donde voy encuentro que el Madrid es cada vez más una pasión senil.

Señores mayores de tembloroso vino apoyaban sus bracillos pelados en la barra metálica bajo la mirada de Kanouté, una bufanda del Atleti y un botijo sevillista. Yo aprovechaba para cenar, aunque poco ofrecía el lugar: una carne con tomate que mezclaba cartílago y ternura y unos choquitos de rubio rebozado con una mínima guarnición de ensalada de patata . Cada ración iba acompañada de dos picos, aunque el camarero, al que yo no podía dejar de imaginar cantando el himno del Sevilla, me decía que sin ningún problema yo le pidiera más picos o pan. El pico es la lágrima panera, la aceituna candeal, el pasatiempo tontuno de matar el tiempo comiendo pan. A mí me venía bien porque hoy quería ponerme a plan, pero la austeridad del pico único no la pude comprender hasta después, cuando generosamente y, sin duda arrepentido, el camarero me puso una cuñita de tortilla de patata. La cuñita era casi transparente y al pincharla y elevarla ante el televisor seguía viendo a Essien a través de ella. Y esa tortilla traslúcida del sevillista roñoso iba acompañada de… ¡un pico! ¡Un único pico lamentable!

En la tele ya había marcado Benzemá tras pase de Di María, que se está convirtiendo en el pasador del equipo. Un pasador sin tiquitaca, un verticalizador, un señor incisivo. Y un regateador tan clarividente siempre constituye una rareza.

En el estadio del oficialmente simpático Rayito unos focos daban chorros de luz suficiente. Sin estar muy al tanto de la polémica, ninguna hipótesis me puede resultar extraña porque recuerdo haber visto al Barcelona jugar un partido a las doce de la noche de un día laborable. Con esta Liga, desacato y unos alicates no hay parrilla horaria que valga.

Mourinho, sin embargo, demostró ser un malaje de marca mayor porque quería, valiente salida de tío sieso, jugar a las cinco de la tarde. ¡Pues no será fachoso el portugués que quería poner el fútbol a la hora de los toros!

Hasta Marta Robles, que es como una versión menor de Julia Otero, le cantaba hoy las cuarenta al portugués. Ella, tan milf, a él, que es tan milf de ellas.

Se hablaba de terrorismo hoy en la prensa y aunque exagerado ¿no es el sabotaje una técnica aprendizaje del terrorista? ¿No nos abocaba anoche a un domingo viudo, expresión de terror al vacío?

Aunque yo estaba a lo mío, a la optimización del pico de pan, el Madrid me parecía bien, con hechuras. En ese campo se ha visto pasarlas canutas al Madrid de Zidane y Sir Del Bosque, y frente a la versión moderna del Rayo de Paco Jémez el Madrid iba sobrado e irá sobrado casi siempre en casi todos los campos si sigue jugando con tres centrocampistas, porque Modric es centrocampista puro, con desplazamiento y con recorrido, con toque y desmarque y la capacidad de un Xabi de saber retener el balón. Además, parece humilde, se le ve humilde y tiene la mirada comedida, con lo que triunfará en nuestro fútbol.

Cristiano, fallón, desesperaba a un anciano madridista y otro, a su lado, sólo salía del silencio para gritar a cada poco tres nombres:

-¡Fuego!

-¡Labaaaaaaka!

-¡Pepe! ¡Ay Pepe guerrillero!

Pero a Pepe le van dando galletas en todos los campos de España porque su cráneo tiene ya algo de calavera totémica y amuleto y la van tocando todos. Se ha convertido en el gran receptor de coscorrones, en la colleja propiciatoria.

En la segunda parte, cae el segundo y se convierte todo en un clinic sobre la contra y el achique de espacios. La defensa da un paso común hacia delante, cual cohorte y en ese avance hacia línea enemiga mata el espacio. Es marcial, arriesgado y mágico el fuera de juego y, bien mirado, es una de las cosas más divertidas de hacer. Es bonito jugar al fútbol también por la diversión de hacer el fuera de juego.

Yo, y como yo creo que medio madridismo de mi generación, terminé de comprender el fuera de juego en el Milan-Real Madrid. ¿No tendrán los de la Quinta a veces, como deja vus, la sensación incómoda de seguir cayendo en fuera de juego? ¿No será un síndrome para ellos? ¿No se han quedado así, así como son todos ellos, por ese instante que les falta, ese medio segundo que la realidad les debe ya desde entonces?

Baresi, afrontémoslo, aleló para décadas al madridismo y la pipa es la actividad (¡la pipa, como el pico, el pico pipero que a mí me estaban poniendo!) alelada del madridismo desde los ochenta.

En la segunda asistimos a otro episodio del proceso paulatino de conversión en suplente de Higuaín. No es suplente, se está convirtiendo gradualmente en un suplente. Adquiriendo grados sucesivos de suplencia. Pudo haberse marchado en verano, quizás viéndolo venir, pero se quedó y ha caído en esos procesos que tiene la vida de estancamiento y definición irremediable del sujeto.

Higuaín, que era tantas cosas y podía ser más aún, ahora es el suplente de Benzemá.

Pudo haber más goles. Pudo todo ser más divertido.  Una obra de arte, hubiera querido Robinson. Goles, correcalles, frenesí, pedíamos los viejos y yo. Pero no hubo más, sólo tres puntos.

Al bajar del taburete, Kanouté,  biri, bello y beduino, me seguía mirando como desde lo alto de un dromedario.