Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Lo dijo el otro día en Ronda, con la toalla del hotel por “foulard”, que sería la versión gitana del “con dos c…” payo, Rafael de Paula, eximio torero y extravagante ciudadano, a la vista del acto con cuatro gatos que le habían montado:
–¡Porque lo que hay que tener en la vida es carisma!
Carisma… y poder de convocatoria, añadió, hecho un Valle-Inclán por hacerle esperar a una alcaldesa que había de presidir la entrega, ¡por un conserje!, de una llave de oro que no era de oro al faraón de Jerez de la Frontera, donde las papas se comen enteras.
Artur Mas cree tener poder de convocatoria, pero está por ver que tenga carisma, y mi duda para el fin de semana es qué nos vendría mejor a los contribuyentes para tratar ahora con Mas, si un gallego de verbo deslizante como Rajoy o un gitano de temple bradominesco (“¡haga usté el favor de tener sentadas a esas señoritas”!) como Paula.
En este mundo de cursis, los artistas de medio pelo (esos que nunca aparecerán en público con la toalla del hotel al cuello) acostumbran impresionar a sus entrevistadores tirando de Mies van der Rohe, que dijo “Menos es más”, cosa que ya había dicho Occam con su navaja.
Si convenimos, pues, en que menos es más, convendremos también en que Mas… es menos, y yo de Mariano, en esta rumba bailada alrededor de un jamón que es la independencia catalana, no me perdería en galanuras.
De Pepe Brajeli, que apoderaba a Curro Romero, corre el cuento de su defensa épica del jamón. Un día pidió un plato y, mientras lo cortaban, fue al lavabo; al volver, no quedaba nada. Al día siguiente pidió otro plato, pero esperó al corte y luego colocó la dentadura sobre las lonchas; fue al lavabo, y al regresar, allí estaba el jamón.
Carisma, Mariano.