El Hotel de Las Letras de la Gran Vía madrileña es un establecimiento idóneo para presentar libros o para impresionar a una doctoranda que esté haciendo la tesis en Literatura Hispanoamericana. Ayer no encontré a mano a ninguna estudiante desvelada por Leopoldo Lugones, así que la razón de mi presencia en el Hotel de Las Letras tuvo que fundarse, por fuerza y por desgracia, en la presentación de un libro. El encanto del lugar se debe no sólo a las citas de Cortázar y Rulfo que engalanan las paredes, o a la compatibilidad desconcertante entre un spa y una biblioteca, o a la grata mezcla de vestigio señorial e interiorismo de vanguardia, sino principalmente a la ausencia visible de clientela. Un hotel sin huéspedes resulta siempre mucho más acogedor y confortable, evidentemente, que uno atestado de viejos playboys adinerados que temen pasar desapercibidos y parejas de adúlteros que temen no pasarlo lo suficiente.
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