J. R. M.
Un toro que es una especie de cucaracha pinchada por un palillo pintado con infinita menos gracia de la que tenían los prehistóricos que dibujaban toros en los abrigos levantinos. Un torero que son unos zapatones de payaso, una taleguilla de payaso y una máscara de payaso que no anuncia un circo, sino una corrida a beneficio. ¿Cosas del humor? Quizás. Quizás la clave sea el humor y no el amor a la fiesta. Son cosas de estos artistas contemporáneos que, desde que Duchamp bautizó a un urinario como ‘Fountain’, andan aturullados con el lenguaje del arte. ¿Quién osaría censurar estas obras maestras de la cartelería contemporánea sin ser tachado de retrógrado y cavernícola?
Hubo otra época en la que los carteles, al menos, eran decorosos. Incluso los de las ‘corridas benéficas’.
Hubo otra época en la que los carteles, al menos, eran decorosos. Incluso los de las ‘corridas benéficas’.