domingo, 2 de marzo de 2025

Hughes. Betis, 2-Real Madrid, 1. La Liga se pone en chino

Hughes

Pura Golosina Deportiva


 
Merecida derrota en el Villamarín o Caja de Herramientas (el nuevo Bernabéu, de noche, tiene algo de gran estuche). La Liga se va poniendo del color que tenía el cielo de Sevilla en la primera parte. Un cárdeno oscurecido justo antes de que llueva y el ínclito locutor diga eso de "¡jarreeeeea en Sevilla!".

El once del Madrid tenía un centrocampista real, Tchouameni, y otro espectral, Modric. El resto, jugadorcillos genialoides mediapuntosos. Estaba Rodrygo, que ni fu ni fa, y Brahim, el cocacola, porque le dura el gas lo que a un refresco.

Su movilidad de pasos ligeros animó al Madrid en los primeros minutos, demasiado alegres para no desconfiar. Marcó el gol tras un buen movimiento de Mbappé en el montículo del área. Tras esa acción, inició su desaparición con una serie irritante de fallitos.

El Betis tardó un rato, pero luego empezó a rehacerse y entonces fue claro que el Madrid no tenía mucho centro del campo. Que detrás de esas primeras formas bonitas no había mucha solidez. Cuando Isco, con 55 años, parece Lothar Matthaus es que algo pasa.

El Madrid ya se partía en la primera parte y en la segunda se deprimió. No es que sólo hubiera un centrocampista y parte de otro, es que en la defensa estaban Lucas, que aún resultaba más irritante en ataque, y Alaba, un jugador que tristemente perdió la inocencia rotuliana.

Madrid cogidito con alfileres en el que, además, Vinicius no se encontraba. ¿Dónde estaba? Se echa de menos que el juego se vuelque en él. Sin Bellingham, no hay argumento mejor.

Marcó Isco de penalti, y por supuesto, y hace muy bien, lo celebró. Veníamos de ver a Kubo dándolo todo. Los ex del Madrid son peores que los de Vox, pero aquí es deportivo y elogiable.

Cuando un equipo de Pellegrini te gana en agresividad es que algo falla, y si no es la mentalidad, quizás sea el físico o la energía. Imaginemos un recreo o el patio de una cárcel, y que se presentan Rodrygo, Brahim y un jadeante Modric a robarte el bocadillo...

Se presentía todo con el 1-1 pero Ancelotti no movió la ceja hasta el 2-1, cuando todo era demasiado tarde. Los cambios no lograron nada. Güler estuvo en el medio pero se le vio otra vez muy falto de tino. Ni siquiera tino. Falto de la energía necesaria para levantar la pelota... ¿Cuánto tiempo llevaba sin jugar? Tampoco parece claro qué se tiene pensado para él.

La lesión de Ceballos es devastadora. Ancelotti había encontrado con él la idea en el centro del campo, un doble pivote que del 4-2-3-1 se insertaba en el 4-4-2 defensivo. Dos jugadores subiendo y bajando sin parar. Esa energía no la tiene Modric, que sin embargo seguirá recibiendo elogios envenenados. "¡Incansable otra vez Modric!", y él con la cara de estar acabando la maratón de Nueva York.

El partido acabó con sensaciones de impotencia. Ese desorden que invita al reseteo, a cortarse el pelo o a salir. Lo mejor del Madrid quizás fue la combinación del naranja de la equipación con el rosa de las botas de algunos jugadores. Una electricidad cálida y funky que acabó puesta en cuestión por el fútbol raquítico y como pontevedrés de los Lucas Vázquez y los Fran García, en quienes tan injustamente vuelco la frustración por haber perdido otro par de horas de mi vida.