domingo, 9 de marzo de 2025

Miramamolín

Pendón de Miramamolín

Burgos


 Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


La Casa de las Siete Chimeneas, en cuyos pasillos platicaba el fakir Daja-Tarto con los fantasmas de las orgías espiritistas del pasado, ha recibido la bandera republicana de Azaña, que será finalmente enviada, no al Centro Documental de la Memoria Histórica de Casas Viejas, sino al de Salamanca, donde vendrá muy bien para tapar los huecos dejados por el expolio catalán de la ministra Calvo, el mármol egabrense.


Al ministro Molina, que, como todos estos los ministros, más que principios tiene supersticiones, le ha caído la bandera de Azaña como si fuera el pendón de Miramamolín, el jefe moro que lo perdió en la batalla de las Navas de Tolosa a manos de Alfonso VIII y que ahora se saca a procesionar por Burgos el día del Curpillos.


Esta bandera simboliza la integridad de un hombre que vivió la política como máxima expresión de la cultura –dijo Molina.


Molina es el ministro de la Cultura y está obligado a hacer frases ministeriales. Tendría el mismo valor si la frase viniera del ministro de Industria, que habría dicho: “Esta bandera simboliza la integridad de un hombre que vivió la política como máxima expresión de la industria.”


Pero ahí estaba la bandera de Azaña, y nadie se atrevió a pasar ante el tótem de la tribu sin hacer las reverencias de rigor o con las manos metidas en los bolsillos. De lo contrario, y como avisara el clásico, el gran sacerdote ministerial hubiera salido a las gradas del templo, golpeándose el rostro y descosiéndose sus vestiduras, para anunciar a la muchedumbre que el ídolo estaba ultrajado y que había que apaciguar la cólera, que, sin duda, descargaría sobre todos los hombres del pueblo elegido, que llevan orgullosamente una espina de pescado –¿rodaballo gallego?– clavada en el cartílago nasal. No faltaron, sin embargo, grititos de “¡Viva la República!”, que son demostración de que algo hemos avanzado. En la República cultiparla de Azaña no se podían lanzar grititos de “¡Viva la Monarquía!” porque te rebanaban el pestorejo. A Rafael Salazar Alonso, ex ministro republicano de la Gobernación, un Tribunal Popular de la República lo mató porque había prohibido el enterramiento de los capitanes golpistas Galán y García Hernández, padres de la República, al parecer de la izquierda, en la Puerta de Alcalá. Ahora quédense ustedes con esta frase:


Esta bandera simboliza la integridad de un hombre que vivió la política como máxima expresión de la cultura.