Dibujo de Carlos Gómez Izquierdo
Francisco Javier Gómez Izquierdo
La emoción en la vuelta de los octavos de la Champions quedaba reducida a tres de los ochos partidos. El Liverpool-PSG, Lille-Dortmund y ¡cómo no! el Atlético de Madrid-Real Madrid.
A los ingleses Arsenal y Aston Vila, además de al Inter, Barça y Bayern no les pusieron demasiados impedimentos sus rivales. Si acaso el Benfica al Barça en la ida, por la expulsión de Cubarsí. El Dortmund es equipo que sabe competir mejor que el Lille a pesar de no estar lo "pitoso" que suele. Me gustó mucho el 7 del Lille, Haraldsson, islandés de 21 años al que el entrenador Bruno Genésio sustituyó para sorpresa de propios y extraños cuando daba la sensación de ser el único capaz de doblegar el flanco izquierdo del avispero. La hazaña del PSG en Liverpool no sorprende a los que hemos visto los dos partidos. Sostiene servidor que Luis Enrique es muy buen entrenador de club. La selección no era ni es para su carácter y su manera de machacar movimientos. En el reportaje del Movistar duda de una plantilla con Neymar, Messi y Mbbappé y no es hipocresía su desconfianza. Ha hecho un equipo alrededor de Vitinha, medio que mueve la cabellera como si fuera músico y entrena a Dembelé para que su inspiración no sea esporádica y caprichosa, sino permanente y decisiva. ¡Cómo lanzó su penalty de la tanda! Al trío de vedettes que Luis Enrique no quiere ni en pintura lo ha suplido con uno de su gusto, Dembelé Kvarastkhelia-, Barcolá... más el joven Désiré Doué, que amenaza martirizar de primeras a la defensa del Aston Vila y se supone que a la del Real Madrid en semifinales. Curioso que el jugador más decisivo del PSG resultara ser Donnarouma, portero del que servidor siempre ha dudado, con sus dos penaltis detenidos a Darwin Núñez y Curtis Jones. ¡Ah, los "penáltiles"!
El Atlético-Real Madrid ha dado una jugada -un penalty- que pasa a la historia de esos lances balompédicos que hacen incomparable el espectáculo del fútbol. Dice el Reglamento que el penalty, el jugador ha de lanzarlo hacia adelante y una vez en juego, el lanzador no podrá tocar el balón por segunda vez hasta que lo toque otro jugador. Anoche, el penalty de Julián Álvarez lo anuló el VAR, se rearbitró, por supuestamente golpear dos veces al balón en el lanzamiento.
Cuando el jugador atlético marca el penalty, nadie, y sobre todos los nadies, el señor Szymon Marciniak, un árbitro como Dios manda, se percata del doble contacto. El público, los periodistas, los jugadores en el campo y el fútbol antiguo hubieran dado gol sin ninguna duda... pero el VAR, ése chivato de la cámara lenta, avisa de la infracción. Se sucedieron varias repeticiones en las que según seas merengue o colchonero ves el roce o no lo ves. Servidor ha repasado ésta mañana el lanzamiento por el youtube después del paseo y mantengo mi emperre en lo de Antonio con el café y la tostada: "no se desvía el balón. Si acaso golpea de modo SIMULTÁNEO con el pie derecho y la pelusa de la parte interior de la bota izquierda". Parecerá absurdo, pero es situación como si el jugador se transformara en pieza de futbolín de madera en la que todo el cuerpo es uno y se proyectara en un golpeo a pies "juntillas". Es circunstancia que no se contempla en el Reglamento porque en realidad resultaría un sólo golpeo. Ésto puede parecer un disparate, pero les prometo que más disparate me parece anular ése penalty que el Reglamento nunca hubiera anulado, porque lo que no aprecia el árbitro y no digamos ya, el ojo humano, no puede sancionarse. Servidor no es capaz de separar los dos golpeos que los intérpretes del VAR han visto con claridad. Oiga, pues para ellos la perra gorda y siento la decepción del espectador que allí en el campo, en vivo y en directo volvió a casa sin saber lo que había visto, con lo atento que está uno cuando mira un penalty. Supongo que haría como servidor ésta mañana, poner el youtube... e interpretar, como es moda en el siglo. Puede que al volver a casa le haya retratado el radar de la autovía por ir a 121 por hora, velocidad que sanciona el Reglamento, pero que cualquier conductor considera una.., pongamos mamarrachada.