Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
En las democracias occidentales –supongo que se las podrá llamar así–, cuando tiras del fontanero para que arregle un desagüe, lo primero que hace es preguntar dónde está el bote sifónico, para, una vez allí, plantarse con los brazos en jarras, menear la cabeza negativamente y proceder a un interrogatorio que siempre arranca así:
–¿Quién ha hecho este bote sifónico?
Es lo malo de no firmar las obras: sin firma, no hay factura, y sin factura, tampoco hay control tributario. Mas los artistas de raza alguna señal suelen dejar. Es el caso de Miguel Ángel Buonarroti, cuyo autorretrato acaba de reaparecer, en plan cara de Belmez, en un fresco vaticano, el de la Crucifixión de San Pedro: al decir de los expertos –un experto es cualquiera que no sea de la ciudad–, Miguel Ángel sería uno de los tres romanos que acompañan al condenado, si bien tocado con un turbante azul y con gesto “autoritario”.
¡Ay, los romanos! De la egabrense Carmen Calvo se dice que, siendo consejera de la industria cultural en Andalucía, no soltaba dineros públicos para las ruinas de Itálica precisamente porque los romanos estaban hechos unos “fascistas”, que algún brazo en alto vería ella en algún paso andaluz de Semana Santa –¿cómo lleva el brazo el romano del caballo de Triana?–, pues tampoco es cosa de pensar que lo decía por los armados de la Macarena.
Hombre, entre el turbante, que siempre se asocia a la cosa musulmana, y el tic “autoritario”, de indudable raigambre cristiana para la corrección política, tenemos un argumento que ni pintado para evocar la tolerancia de las tres culturas monoteístas: la musulmana, por el turbante; la cristiana, por el tic “autoritario”; y la judía, que sería la que corriera a cargo de la financiación del fresco. ¿Qué tienen que decir de todo esto los enanos de jardín de Zapatero?
En Toledo, sede de las tres culturas, durante la época de la Tolerancia era imposible cruzar el puente de Alcántara, pues todo el mundo se cedía el paso: “Usted primero, Mohamed”, “De ninguna manera, José”, “Adelante, Samuel”, “Antes muerto que sencillo”, Etc.
–¿Y usted cree que ese careto del fresco vaticano es del tío de los sonetos?
Desde luego, en el decimosexto soneto de Miguel Ángel se lee: “Lo que en tu bella faz aprendo y busco, / mal lo comprende el ingenio humano: / Quien saberlo quiera, ha de morir entonces.” Y ante eso uno se queda como cuando el fontanero quiere saber quién ha hecho el bote sifónico.