Alasdair MacIntyre
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Pentecostés del otro día en el Parlamento (“y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos”, y hablaron como parpayuelas hasta en 18 idiomas, que son, por cierto, los que hablaba don Julio Casares) me lo ha resumido un amigo mío con muchos años de cárcel, y lo ha hecho en gacería, que es la lengua de los trilleros de Cantalejo, Segovia.
–¡Qué siertería garlear sin que aterven los manes!
Que traducido por mi amigo, con mucha cárcel, como digo, sería: “¡Que gozada hablar del negocio sin que se enteren los ‘primaveras’!”
En la España de los lenguados (habrá que llamar así a estos políglotas del pan “pringao”), el 78 ha disuelto la nación española haciendo culta cualquier lengua menos la española, cuyo verbo “prever” no lo sabe conjugar nadie del gobierno, comenzando por su presidente, que prometió acabar con la corrupción… “preveyéndola”. Mas somos españoles, y con las lenguas vuelve a plantearse el asunto de la preminencia con los títulos de nobleza. ¿Catalán o vascuence?
En las “Fantasías mexicanas” de Julio Torri dos carrozas se encuentran en angosto callejón y ninguna retrocede. “¡Paso al noble señor don Juan de Padilla y Guzmán, Marqués de Santa Fe de Guardiola, Oidor de la Real Audiencia de México!” “¡Paso a don Agustín de Echeverz y Subiza, Marqués de la Villa de San Miguel de Aguayo, cuyos antepasados guerrearon por su Majestad Cesárea en Hungría, Transilvania y Perpiñán!” “¡Por bisabuelo me lo hube a don Manuel Ponce de León, el que sacó de la leonera el guante de doña Ana!” “¡Mi tatarabuelo Garcilaso de la Vega rescató el Ave María del moro que la llevaba atada a la cola de su bridón!” Tres días con sus noches se suceden, apunta el narrador, y aún están allí los linajudos magnates, sin que ninguno ceda el paso al otro. Al cabo de estos tres días –y para que no sufriera mancilla ninguno de ambos linajes– mandó el Virrey que retrocedieran las carrozas al mismo tiempo, y la una volvióse hacia San Andrés, y la otra fuese por la calle del Puente de San Francisco.
Imposible no ver a Urcullu y a Puigdemont subidos a esas carrozas en el callejón de la UE. Un idioma no es más que un dialecto con un ejército; ellos no tienen ejército (aunque Puigdemont siempre puede tirar del Barça de Xavi como “ejército desarmado de Cataluña” que les vendió Montalbán), pero como lenguados de España aspiran a su propio estado-nación. Podrían leer este apunte del escocés MacIntyre (¡por Dios, no confundir con Innerarity!): “El estado-nación moderno es una institución de trato imposible. Por una parte, se presenta como un proveedor de bienes y servicios, pero nunca lo hace; y por otra, como el depositario de unos valores sagrados que de vez en cuando nos invita a dar la vida por él… ¡Es como si se nos pidiera dar la vida por la compañía telefónica!”.
Pues sí. Los partidejos haciendo la repartija, y los “primaveras”, sin coscarse.
[Martes, 26 de Septiembre]