miércoles, 25 de octubre de 2023

Contestación a unos miserables I


 

Hughes


El teórico político Yoram Hazony tiene unas páginas muy interesantes sobre el efecto de Auschwitz. Fue Auschwitz y no el sionismo el que determinó a los judíos a tener un Estado independiente. Del Holocausto, de su propia indefensión, sacaron una lección: 


«El significado de Auschwitz es que los judíos fracasaron en sus esfuerzos por encontrar una forma de defender a sus hijos […]. Hoy en día, la mayoría de los judíos siguen creyendo que lo único que realmente ha cambiado desde el exterminio de esos millones de personas, lo único que se alza como baluarte contra la repetición de este capítulo en la historia del mundo es Israel».


Es decir, el Estado nación de Israel. Algunos irían incluso más allá: el Estado etnonacional de Israel.


Pero según Hazony, Auschwitz no sólo fue una lección para los judíos. Los europeos (diríamos que el internacionalismo liberal) extrajeron de ese terrible episodio, hecho central de la Segunda Guerra Mundial, otra enseñanza importante, aunque en un sentido opuesto. Siguiendo a Kant, ven a Auschwitz como la máxima expresión de esa barbarie, de esa brutal degradación de la humanidad que es el particularismo nacional…


Según esta visión, no es Israel la respuesta a Auschwitz, sino la Unión Europea.


Desde este punto de vista, los campos de concentración serían la prueba definitiva del mal que supone permitir que las naciones decidan por sí mismas cómo disponer de su poder militar.


«La conclusión obvia es que fue un error darle a la nación alemana este poder de vida y muerte y si queremos evitar que ese mal vuelva a producirse, la respuesta debe ser el desmantelamiento de Alemania y de los demás estados nacionales de Europa y la unión de todos los pueblos europeos bajo un mismo yugo único, un gobierno internacional. Eliminad el Estado nacional de una vez por todas y se cerrará ese oscuro camino hacia Auschwitz».


Para Hazony, pues, en la interpretación del Holocausto conviven ahora mismo dos paradigmas en disputa. Para uno de ellos, «Israel es lo opuesto a Auschwitz», pues «representa a mujeres y hombres judíos con su rifle en mano, velando por sus propios hijos y por todos los demás niños judíos y protegiéndolos».


 Para el otro paradigma, «Israel es Auschwitz», porque representaría «el horror indescriptible de los soldados judíos que usan la fuerza contra otros, respaldados únicamente por las opiniones de su propio gobierno en cuanto a sus derechos e intereses nacionales».


La existencia de estas dos visiones es un hecho que acredita el israelí Hazony, y lo interesante es que en España muchos de quienes responden al narcisista título de liberales, una mezcolanza amplia que iría del centroizquierda racionalista a la derechona matritense pasando por todo el pantone centrista, defienden un paradigma muy concreto hasta que aparece Israel, el caso de Israel, y entonces, sin mediar palabra ni mucha razón, se permiten olvidar los melindres instalados tras la posguerra mundial, el ámbito decisional supranacional, el estricto legalismo nada existencial del patriotismo constitucional o el temor a incurrir en pecados como la islamofobia. Es precisamente Israel, y no es casualidad, pues en Israel se erige (por razones obvias) el paradigma opuesto, donde se revela una contradicción que en el caso español no sólo aparece inexplicada sino además adornada de imposturas y numeritos ‘morales’ de los que habría que ocuparse. Y no es descartable que nos ocupemos.