Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Para abstraerse de la ruidajera mediática sobre el conflicto (esa mezcla de Hollywood y la Biblia, que diría el general Patton), no está de más la lectura de “Hijo de Hamás”, 2010, de Mosab Yousef, hijo de Hassan Yousef, fundador de Hamás. El Shin Bet, al adoptarlo, lo llamó el Príncipe Verde, en alusión al rango paterno, un rey de Hamás, y al color de la bandera.
–La verdad y el perdón son la única solución al conflicto –concluye Mosab, convertido al cristianismo–. El reto no es “encontrar” la solución. El reto es ser lo bastante valientes para ser capaces de “aceptarla”.
Para la cultura política española, Mosab vendría a ser en la guerra Hamás-Israel lo que, salvando todas las distancias, fue El Lobo en la “guerra” Eta-España. Mosab dedica su relato “a mi amado padre y a mi familia herida; a las víctimas del conflicto palestino-israelí; a cada persona que mi Dios ha salvado”.
–Yo amaba a mi padre profundamente. Pero aquel hombre incapaz de hacerle daño a un insecto había encontrado el modo de racionalizar la idea de que estaba bien que otros hicieran volar a las personas en pedazos siempre que él no se manchara las manos de sangre.
(Ya Hannah Arendt había reparado en el modo alemán de huir ante la realidad, y fue tratar los hechos como si fueran opiniones.)
Historia trepidante, la de Mosab: “A thrill a minute” (un estremecimiento por minuto), como se anunciaban las películas de gangsters en el Hollywood de oro.
–La meta de mi padre era la libertad islámica y creía en la lucha contra Israel para poder alcanzarla. Pero para los jóvenes la lucha se convirtió en la meta: no un medio para llegar a un fin, sino un fin en sí mismo.
La importancia de Mosab estuvo en ayudar a la inteligencia israelí a hacer el esfuerzo de averiguar qué era Hamás. “Hamás era un fantasma. Una idea. Y no es posible destruir una idea; sólo estimularla. El problema era que la meta aglutinadora de Hamás era una ilusión”.
–Me encanta el trabajo de inteligencia, pero estamos peleando en una guerra que no puede ganarse con arrestos, interrogatorios ni asesinatos –dijo Mosab a sus jefes al despedirse–. Nuestros enemigos son las ideas, a los que no les importan ni las incursiones ni los toques de queda. Ustedes no son nuestro problema, y nosotros no somos el suyo. Somos como ratas atrapadas en un laberinto. No puedo más.
Se sentía como si hubiera sacrificado media vida para “correr tras el viento”, como lo describe, dice, el rey Salomón en el Eclesiastés. Ni siquiera podía compartir lo vivido. “¿Quién iba a creerme?” Se preguntó qué harían los palestinos si Israel desapareciese. “Y por primera vez supe la respuesta: seguiríamos luchando. Por nada. Por una chica sin pañuelo. Por ver quién era más duro, dictaba normas o se quedaba con el mejor asiento”.
El libro te deja con el gif de Leonard Cohen, que formaba parte de la terapia israelí en la cárcel: “First we take Manhattan , then we take Berlin!” Día y noche.
[Viernes, 20 de Octubre]