sábado, 23 de septiembre de 2023

El socialismo, herejía gnóstica (y II)


Dalmacio Negro


Dalmacio Negro

 

8.- Lo comprendió muy bien Thomas Hobbes (1588-1679). Para poner fin a las guerras de su tiempo por motivos religiosos (aunque mezclados con los políticos[19]), recluyó las confesiones religiosas en el fuero íntimo y postuló una religión civil obligatoria del Estado, deus mortalis neutral como el theós inmóvil de Aristóteles. El Estado deus mortalis concentra el poder, y del poder, que conlleva religación, fuente de la obediencia, emana la religiosidad civil, que sería con el tiempo la de las  ideologías. Religiones laicas cuya naturaleza religiosa fue quizá Carl Ch. Bry (seudónimo de Carl Decke, 1892-1926), el primero en percibir. Denominó «religiones encubiertas» al comunismo soviético, al fascismo y al nacionalsocialismo.[20]  Raymond Aron y Jules Monnerot las bautizaron religiones seculares.[21] Otras denominaciones corrientes son: Voegelin, influido por Bry religiones políticas; Emilio Gentile religiones de la política; Marco Revelli religiones de la guerra por «la fusión imprevista de religión y política».

Las ideologías son inmanentismos «nostálgicos de lo absoluto» (G. Steiner), que tienden a sustituir al cristianismo, religión trascendente. Elevando valores temporales a dogmas metafísicos, constriñen como camisas de fuerza el pensamiento libre y el sentido común, basado en las ideas creencia tradicionales y la experiencia de la vida. A. de Muralt proponía esta definición de la ideología: «conjunto de ideas vinculadas orgánicamente en un progreso discursivo aparentemente necesario, que representan las aspiraciones pasionales humanas a la racionalidad y la verdad, por una parte, y a la paz, la felicidad y la seguridad, por otra».[22]

9.- Hoy son indistinguibles el socialismo de Marx y el de Lenin. Pero hay diferencias. Para Marx, die Religion ist das Opium des Volkes (la religión es el opio del pueblo), un mito. Lenin era más tajante. Como era ruso y en Rusia, atestiguaba Walter Schubart, es todo religioso, el ateísmo no es indiferentismo sino reproche, oposición u odio a Dios: «Cada pensamiento dedicado a Dios es una vileza indecible» es la frase de Lenin equivalente a la del alemán cosmopolita. La ideología socialista tiene la ventaja de que, al ser atea, no le afectan la cuestión de la legitimad ni el derecho de resistencia porque, como decía Dostoyevski, está todo permitido. De ahí, según algunos, la amoralidad absoluta que caracteriza al socialismo, que no da importancia la corrupción  y a los delitos de sus partidarios.

El marxismo es una inversión del luteranismo hegeliano. El leninismo una inversión del cristianismo ortodoxo apoyada en el mito de la Tercera Roma: «Escúchame, piadoso zar, había escrito el monje Filoteo en 1511: todos los reinos cristianos han convergido en el tuyo… Bizancio, es la segunda Roma; la tercera será Moscú. Cuando esta caiga, no habrá más».[23]

Robespierre había dicho: «La mitad de la revolución mundial ya se ha llevado a cabo; la otra mitad queda por realizar». Y el jacobino Marechall escribió en el Manifiesto de los iguales (1794): «La Revolución Francesa no es más que la precursora de otra revolución, mucho más grande, mucho más solemne y que será la última». Lenin, espíritu religioso admirador de los jacobinos, se impuso la obligación de realizar la mitad que faltaba. Evocaba a Robespierre y Marechall cuando proclamó, malgré tout, la última y definitiva translatio imperii con el mito de Moscú como la Tercera Roma en arrière pensée: «Rusia no es más que una etapa hacia la dominación mundial». Su objetivo era instaurar el único Imperio deseado por Dios. Por los dioses, decían los antiguos. Aunque Marx y su discípulo dirían por la Historia, el gran truchimán,  de Dios en el marxismo y en el leninismo. No ha sido así, pero las iglesias socialistas tienen una deuda impagable con Lenin. Si Marx fue Moisés, Lenin fue el Josué, que derribó los obstáculos para hacer del socialismo una —en su intención, la— religión mundial. Paradójicamente, los misioneros socialistas han esparcido por todo el mundo  ideas cristianas como las de que todos los hombres son libres e iguales. Una causa de la confusión actual sobre en qué consisten la libertad y la igualdad y cómo se garantizan.

Decía Schubart del socialismo bolchevique, que ha dejado su impronta en todos los socialismos: «Es una lucha, contra la religión y por la religión»… «es una parodia, una pseudomórfosis de la religión. Una nueva doctrina de salvación (Heilslehre) sin dios. Quiere ser aquí la religión política y que el Estado sea la iglesia. Combate por eso a la Iglesia y a la religión. Pero esta lucha contra la fe, no la destruye sino que la aviva (Aufrüttelt)».[24]

10.- Situaciones, tendencias e ideas tribalistas y colectivistas ha habido siempre y existirán siempre. El socialismo, que es hoy el verdadero opio del pueblo, fomenta el tribalismo y el colectivismo.

Empezó a configurarse como una religión mítica tras la Gran Revolución y es hoy la religión encubierta, secular, política, de la política o de la guerra dominante en el mundo de la cultura y la civilización determinadas por la desmitificadora religión de la libertad. No sólo compite con el cristianismo, sino que lo está derrotando por la incapacidad intelectual de las iglesias cristianas para hacerle frente o por la mundanización que las lleva a interesarse en asuntos ajenos a la religión; por ejemplo, los mitos de la justicia social y el del cambio climático. ¿Acabará instaurando el papa Francisco una Iglesia de la Climatología? Se podría decir, que, mientras el socialismo y su ídolo, el Estado, siguen siendo religiosos, las iglesias, el sacerdocio y los cristianos y se desentienden de la religión.[25]

Donoso Cortés advirtió hace casi dos siglos el carácter religioso del socialismo: «El socialismo no es fuerte (más fuerte que el liberalismo), sino porque es una teología satánica. Las escuelas socialistas prevalecerán por lo que tienen de teológicas, sobre la liberal por lo que ésta tiene de antiteológica y escéptica».[26] Mas recientemente, el famoso matemático ruso Igor R. Shafarevich (1923-2017), que vivió bajo el sistema soviético, insistió en su gran libro El fenómeno socialista,[27] publicado clandestinamente en la URSS, en el carácter religioso del socialismo: «Las ideas socialistas jugaban frecuentemente un papel, de una u otra forma, en los movimientos y sectas que surgían en torno al cristianismo naciente«.[28]  

11.- La fe gnóstica en la primacía del conocimiento sobre la fe religiosa connatural al ser humano, confirmada aparentemente por la ciencia y la técnica modernas, imposibles sin la desmitificación de la Naturaleza por el cristianismo, avigora la religiosidad «impura» que decía Weil, del socialismo contemporáneo. Cuya idea creencia rectora es la fe en la auto-redención terrenal de la humanidad. Una secularización o politización  de la creencia cristiana en  la vida eterna y del Reino de Dios del  Padrenuestro y otros lugares. Mediante la revolución en el caso del comunismo, el socialismo radical, o mediante el revolucionarismo de que hablaba Monnerot, transformando legalmente las estructuras.

La mentalidad revolucionaria es antihistórica: quiere cambiar la historia para detenerla una vez conseguido su objetivo (o los revolucionarios están bien instalados). El antihistorismo es una actitud típicamente gnóstica. Lo decía J. Ratzinger: «Una fe que deja de lado lo histórico se convierte en realidad en «gnosticismo»». [29]

12.- El fundamento metafísico de la fe socialista es la absolutización del principio de inmanencia por el racionalismo subjetivista influido por el protestantismo, que elimina la espiritualidad inherente a la trascendencia sustituyéndola por la gnóstica.[30] En la URSS, el espíritu religioso de los rusos, descrito por Walter Schubart en Europa y el alma de Oriente (1938)[31] explica que comunistas convencidos a los que mandó ejecutar Stalin murieran gritando «Viva Stalin». Actitud compartida por muchos comunistas —los «rígidos» del socialismo diría el papa Francisco— y socialistas de otros tiempos. Pues flaquea la fe viva de los sacerdotes socialistas hodiernos. Naturalmente hay muchos de buena fe. Pero la mayoría, e incluso los de buena fe cuando se dejan llevar sin darse cuenta por la corriente  o tendencia dominante, son demagogos —demagogo no es por cierto, sinónimo de populista, aunque puede serlo—[32] que, proclamándose demócratas, hoy conditio sine qua non, para cualquier cosa —«dime de qué presumes y te diré de qué careces»—, aprovechan la credulidad de los creyentes en die wahre Demokratie, la democracia verdadera o auténtica prometida por Marx. En puridad, el socialismo real sólo beneficia, en parte por necesidad, a los que mandan, a sus allegados, a la burocracia y a las clientelas. Se caracteriza por el uso de erística, la retórica de la mentira. Lo único que hace bien, dicen  los detractores, muchos con buenas razones, es la propaganda. De ahí su afán por controlar los medios de información, que son hoy casi todos de desinformación, y la educación.

La religiosidad socialista se conserva más pura y sincera entre la masa popular que sigue, vota o apoya a los gurús. Bien por tradición o costumbre, bien por los abusos de las oligarquías dirigentes no socialistas —generalmente estatistas—[33], por descontento con el estatus social —la envidia igualitaria—, por la educación y la propaganda, por resentimiento y otros motivos. La masa de los creyentes socialistas radicales y moderados, entre los que abundan los cristianos socialistas y los socialistas cristianos, cree sinceramente, consciente o inconscientemente, que die wahre Demokratie, inversión de la expresión de Hegel der wahre Geist, el Espíritu o forma de ser auténtico o verdadero, es el Paraíso perdido y recuperado, «cuyo Reino no tendrá fin», como dice el Credo cristiano

13.- El socialismo es un típico mito político basado en la envidia igualitaria, «el sentimiento social reaccionario por excelencia», decía Gonzalo Fernández de la Mora.[34] Envidia libre del sentimiento de culpa, que suele ser la causa del resentimiento, al ser colectiva. La envidia, «raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes», decía Cervantes, es parte de la condición humana. Las virtudes la controlan normalmente relegándola a la vida privada, y hay una envidia sana que induce a emular a los mejores. En economía, la competencia  criticada por muchos socialistas, estimula, si no está viciada, la innovación creadora schumpeteriana. Y como dice Pedro Schwartz, es muy importante para limitar el poder de los ricos.[35]  

La mentalidad o espíritu de la herejía de la apokatástasis, combinados con los de la irenista, hoy casi normal más o menos conscientemente —el pacifismo hedonista a toda costa— y la galicana o regalista de las monarquías absolutas fundamentada en su mítico droit divine des rois (Bossuet), derecho divino a reinar, de origen protestante, atribuido a las dinastías, la trasladó Rousseau a la volonté générale del pueblo, preparando sin darse cuenta la mentalidad colectivista del socialismo. Cuyo gnosticismo rechaza empero  con razón, el mítico derecho divino de los reyes —la única justificación de la Monarquía hereditaria decía Jouvenel— inventado por Jacobo I de Inglaterra y IV de Escocia (1566-1625).[36]

14.- El carácter religioso del socialismo explica quizá actitudes como la del filósofo Alexander Zinóviev (1922-2006), oscilante entre la Rusia soviética y el mundo libre capitalista. Formado en la ortodoxia, en el ambiente socialista, pero opuesto al totalitarismo, fue muy crítico con el intento de Gorbachov (1931-2022) de salvar la Unión Soviética, que estaba en coma, con la perestroika (restructuración) y la glasnost (transparencia) —Fidel Castro comentó que «pasaban cosas tristes» en los países de Europa Central y Oriental—, porque admitía cierto grado de capitalismo o libre iniciativa en la economía. Zinóviev[37] pensaba que el mundo capitalista tendía también hacia el totalitarismo y apoyó al partido comunista contra Gorbachov. Solzhenitsyn y otros disidentes rusos anticomunistas compartían su opinión sobre Occidente. Bukowski decía de Europa que era la nueva Unión Soviética. A la verdad, no se equivocaron.

 

Leer en La Gaceta de la Iberosfera

 


Igor R. Shafarevich