lunes, 18 de septiembre de 2023

Desafío Pablo Romero / Sobral en Las Ventas, con capotes rotos, muletas al viento y pasadas en falso. Márquez & Moore


 

JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ

 

Para que nadie se llame a engaño diremos que la preferencia que uno siente por la ganadería de Pablo Romero (ahora Partido de Resina) arranca de la más tierna infancia, de cuando a uno le llevaban al Batán a ver los toros y una mañana descubrió al toro más bonito, más armónico y más guapo del mundo. Amor a primera vista. Luego, a los pocos días, esos toros en Las Ventas, andanada del 3, y ya para siempre de Pablo Romero, pase lo que pase. Y mientras el indocumentado profesor Buñuel intentaba explicar la Teoría de Conjuntos, de la que todo lo ignoraba, uno, que no tenía apego a aquellas incomprensibles uniones e intersecciones, se dedicaba con ansia a dibujar en el cuaderno escolar la boca del horno que es el hierro de Pablo Romero, divisa celeste y blanca, antigüedad 8 de abril de 1888.

 
Queda dicho lo anterior para que se entienda la rabieta por el pañuelo verde que le ha sacado don Ignacio Sanjuán Rodríguez en uso de sus atribuciones a Capotero, número 8, que es al que habíamos venido a ver, para cambiarlo por un tren de mercancías de los Hermanos Collado Ruiz, antigüedad sin antigüedad, que se caía lo mismo o más que el que habían echado al averno. Las cosas de Las Ventas. La cosa es que con el remiendo de Collado, el “Desafío Ganadero” se ha quedado en un tresillo con dos de Partido de Resina, uno que pasaba por allí y tres de Sobral. Tampoco la ceguera que produce el amor nos va a llevar a poner por las nubes a los de la boca del horno, que si el primero, Tronador II, número 13, cárdeno hocico de rata,  era una pintura en sus 512 kilos de hermosura ganadera, los otros dos eran menos guapos y de hechuras menos clásicas, digámoslo así, y que los tres han adolecido de falta de fuerzas tras su paso por la tropa del castoreño, si bien han acudido con presteza y vigor a la primera vara y con algo menos de convicción a la segunda mostrando una preocupante falta de fortaleza a partir de ese momento.

 
Ignoramos cuál es la razón por la que se han dado uno de Partido de Resina y uno de Sobral y después dos de Partido de Resina y dos de Sobral: otro de esos Expediente X de Las Ventas que nadie explica. Con el primero, Tronador II, confirmó la alternativa que posee Juan de Castilla desde enero de 2017. Se espatarró mucho y gritó más de lo conveniente al toro. No le echó cuentas la cátedra al colombiano, dadas las blanduras sicomotrices del burel y el hombre se esforzó en que se fijasen en él, que con esos gritos que metía  era imposible no enterarse de que estaba en el ruedo. Se aturulló con el estoque y le dieron dos avisos, tras agarrar el descabello sin haber cobrado una estocada medio decente. Finalmente cazó al toro para alivio de todos.


Salió en segundo lugar Recluido, número 14, un toro que, por su capa, podría haber firmado don Vicente José Vázquez. Era un sardo de 501 kilos excelentemente presentado, que fue recibido con aplausos. Lo paró Octavio Chacón con una eficaz brega y el animal acudió al caballo con alegría cumpliendo en la primera más que su picador y acudiendo a la segunda con ganas y empuje. A partir de ahí el animal empieza a cambiar y cuando llega a la muleta se ha transformado en una complicación andante. El bicho se orienta una barbaridad y en el remate de cada pase ya está buscando al que maneja las telas que tratan de burlarle. Embestidas a lo bruto, de una en una, ante las que se planta la asolerada torería de Chacón que no está dispuesto a dejarse ganar la partida por la violencia del toro y que, en un ejercicio de valor sereno y de conocimiento, ha ido labrando como ha podido al toro, aguantando impávidamente un parón de esos que hielan la sangre, hasta culminar su labor con unos naturales recios y secos extraordinarios. Una pena fue que se le diera tan mal el uso del estoque y del verduguillo, especialmente porque el toro no estaba dispuesto a dejarse descabellar y metía unos arreones de espanto, que privaron a Chacón del premio que merecía su labor. Recibió una ovación tras los dos avisos que escuchó, pero la faena era de muchísimo cuajo y merecía haber sido rubricada con la espada.


El tren de mercancías de los Hermanos Collado Ruiz que hizo tercero bis le tocó a Ángel Sánchez, que es torero de buen corte y de maneras clásicas y que no huyó de plantar cara a las condiciones tan poco halagüeñas de Dispuesto, número 15. En este toro dejó Ángel Sánchez su mejor labor de la tarde, por firmeza, claridad de ideas y torería ante un enemigo harto complicado al que costaba pasar y que se defendía como podía. Remata su labor con dos naturales enjundiosos y un soberbio ayudado para, a continuación, pinchar y dejar una estocada entera.


El segundo de Octavio Chacón, Nervioso, número 1, era más de Partido de Resina que de Pablo Romero en sus hechuras. Fino y algo acanijado, pese a los 539 kilos que le atribuía la báscula venteña, fue recibido con hostilidad por el respetable. Acudió al caballo de El Bala, que no quiso dejar en mal lugar a su compañero Chamorro y picó también de aquella manera, y se dejó pegar sin demostrar más celo que el que va al banco a pagar una multa. En el último tercio no dijo nada y Chacón no pudo darnos otros momentos de tanta intensidad como los que nos brindó con su primero. Estocada tendida y descabello marcaron el fin de la vida pública de Nervioso, al que le va bien eso de «dime de lo que presumes y te diré de lo que careces».


Segunda comparecencia de Juan de Castilla, esta vez con Preso, número 62, de Sobral, de capa salpicada muy veragüeña, al que se encargó de bregar, sacándoselo a los medios en su primer encuentro. El toro se portó frente al penco de Iván García, dejando buena nota. Tras brindar al público, Juan de Castilla se fue a los medios y desde allí citó al toro y comenzó su labor algo atropellada, muy voluntariosa y, por fortuna, con menos griterío. Pese a las enormes ganas del colombiano la faena no cobra vuelo porque su labor se centra más en acompañar la embestida que en torear. Apenas manda sobre el animal, que queda por encima de él en cada encuentro. El torero no se arredra y pone ahí su valor y su decisión, pero el resultado que sale es dar pases y realmente la emoción la pone el serio comportamiento de Preso, que consigue que no se le echen cuantas a Juan de Castilla de su colocación. Mata de estocada arriba y el Presidente, con buen criterio, no le da la oreja que le pedían algunos, y eso que los benhures de la mula han puesto a las acémilas a paso de caracol, como suelen hacer si se huelen una propineja.


Y por último el jarro de agua fría de Ángel Sánchez, al que tras su actuación en el primero se le esperaba con ganas. Jabato, número 57, de Sobral no quiso saber nada de los caballos, huyendo al sentir el hierro. Sánchez brindó al público y comenzó su faena sacándose muy toreramente al toro hacia el tercio, pases limpios con la derecha y andando y… ahí se acabó todo. No vio el madrileño la distancia que el toro le pedía y, desde el principio Jabato se le vino al cite antes de haber acabado el cite. El toro pedía metros y Ángel Sánchez, o los que le asesoraban desde el burladero, querían proximidad. No hubo acuerdo entre el de cuatro patas y el de dos y el que pareció ser el toro más claro de los seis de la tarde, sin que eso signifique que no tenía sus complicaciones, no recibió el trato que demandaba. Le pinchó un par de veces y lo tumbó de una estocada fulminante que echó al toro al suelo sin puntilla.


Debe ser reseñada la labor de Octavio Chacón a lo largo de toda la tarde como director de lidia en esta entretenida tarde de toros de capotes rotos, muletas al viento y pasadas en falso o clavando una banderilla, para demostrar, otra vez más, que habiendo toro en el ruedo nadie se aburre.

 


 

 

ANDREW MOORE 

 



 


Chacón



Sánchez




Juan de Castilla



FIN