viernes, 29 de septiembre de 2023

Kabilismo Ibérico


 Gusman Brid’oison

Las bodas de Fígaro

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    España cabe ya en un barojismo con comején: “¡Crania Vascónica! ¡Kabilismo Ibérico!”. Traducido por Antonio Ortúzar: “Y si no les gusta ‘Amnistía’, le cambiamos el nombre y a hacer puñetas”. (¿Será por I+D? “No te equivoques, Erkoreka: la solución es el I+D”, le dijo una vez a Erkoreka un empresario de Bilbao en el tren). El gato por liebre de toda la vida española.


    ¿Qué mayor gato por liebre que “la izquierda” montando una charlotada de lenguas en el Parlamento? En un Estado de Partidos no hay izquierda política: todos los partidos son órganos del Estado. Por el Estado con él y en él. Cuando esto aún no era así, un izquierdista de verdad (no esos “caganers” que hoy fungen de izquierda en la Carrera de San Jerónimo), Antonio Fabra Ribas, natural de Reus y “mentor intelectual” de Largo Caballero, exponía la teoría izquierdista de las lenguas en las Cortes republicanas: “Por lo que toca a la enseñanza, no ya del castellano, sino también en castellano, la República no puede hacer la menor concesión, so pena de faltar a uno de sus más sagrados deberes, especialmente por lo que se refiere a los trabajadores. Las clases alta y media de las Vascongadas, de Cataluña y de Galicia aprenderán siempre, por la cuenta que les tiene, el castellano, y por la cuenta que les pueda tener procurarían que las clases obreras no conocieran más que el idioma vernáculo. Así los asalariados de las tres regiones se encontrarían confinados dentro de su propio país, o con grandes dificultades para instalarse en los países hispanoamericanos y para establecer relaciones y practicar colectivamente la solidaridad con sus compañeros del resto de España”.


    Fuera del Estado ¿de qué comería en España un “republicanote” de tripa lerrouxista como Rufián, convertido en “clase trabajadora” por un sapo que besó? ¿De qué comería en Francia, nación infinitamente más rica en lenguas que la nuestra y donde la República, en aras de la “égalité”, obliga a hablar el francés de la Isla de Francia?


    Bien por Ortúzar, que ofrece cambiar de nombre a la “Amnistía”. Después de todo, como dice Muray, ya no queda nada de las cosas buenas del mundo antiguo, de manera que las nuevas pueden adornarse con las viejas denominaciones sin temor a ser sospechosas de haberlas usurpado, puesto que ya no es posible compararlas con nada. Qué lucidez, la de Muray:


    –¿Qué podría ser un “desacuerdo” cuando el Observatorio Universal de Vigilancia de Pensamientos Divergentes está subvencionado por todos los estados de nuestro Archipiélago de los Niños? Y de manera aún más general, ¿qué pueden ser las “cosas buenas” de la vida, y la forma de celebrarlas con el lenguaje, cuando únicamente se pueden expresar los que parecen haberse fijado como meta hablar de manera aún más desarrollada que Don Gusman Brid’oison en “Las bodas de Fígaro”?

 
    Y remate con media verónica: cuando la Historia se ha ido, ya no es ella la que farfulla, sino los post-humanos.

 

[Viernes, 22 de Septiembre]