lunes, 4 de septiembre de 2023

El juicio de Ancelotti


 El periodista Germán Hebrero San Martín desafía a un centinela soviético durante el rodaje de la película "Muro de la Vergüenza" (Efe)

 Madrid, 12/08/1964

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Tres partidos de la Liga de Rubiales (yo no digo “de Tebas” porque te mandan a los abogados, y los del fútbol me suenan a Cuerpo Jurídico Militar de cuando hice la mili, siendo ministro Narciso Pies Planos Serra) y tres victorias de Bellingham, un muchacho tan humilde que, con el “9” vacante, lleva el “5”.


    “El sustituto de Benzema es Bellingham”, había dicho Ancelotti, pero ¿quién podía tomarlo en serio? Con estos juicios, ni sus propios jugadores, como le pasó “en Celta de Vigo”.


    –Mi abuelo nació en Celta de Vigo –decían los paraguayos del fútbol setentero que venían a España como “oriundos”, y lo decían en el “As” de Hebrero San Martín, el de La Chica, y de Sarmiento Birba, que presumía de “celtarra” (“No hay mejor equipo que el mío: viste los colores del cielo y lleva el nombre de una raza”), antes de dedicarse, aquella cabecera, a la propaganda bélica y el feminismo Paloma del Río (“no soy culé, soy antimadridista”).


    En Vigo hubo un penalti y se apuntó a tirarlo Rodrygo, cuando Ancelotti había ordenado que lo tirara Modric, que había salido al campo con Kroos como Frascuelo a Las Ventas, a sumar las cotizaciones que les faltan para ameritar una buena pensión. Dos pensionistas por Aureliano y Camavinga es mucha concesión, sobre todo tras la caída en boxes de Vinicius, la tercera pieza de lo que Zapatones llamaba “pasillo de seguridad”: Courtois, Militao y Vinicius. O alguien da con el gafe o, a este ritmo de bajas, no llegamos a Navidad.


    Sin Vinicius, el Madrid sólo es centrocampismo imponente, pero huero, una tuneladora de las de Gallardón… sin dientes. No sé, Rick, pero con eso uno no se haría ilusiones en Europa. Ancelotti sabrá por qué, pero el primer lanzapenaltis del equipo es Vinicius, que en Vigo ya no estaba cuando la “insubordinación” de Rodrygo. Para lanzar penaltis, o se tiene o no se tiene pinta, y ni Vinicius ni Rodrygo la tienen. Otra cosa es que luego los pintones te fallen, como le pasó a Mourinho en semifinales de Champios con el Bayern en el Bernabéu, cuando Ramos, Cristiano y Kaká echaron los suyos a la Plaza de Castilla. Rodrygo lo tiró con el Madrid en Vigo como lo había tirado con Brasil en Catar. Es como si golpeara el balón con el tendón de Aquiles encasquillado. Total, que se ganó por un golpe, no de tendón, sino de voluntad de Bellingham, Pichichi del equipo en la Liga de Rubiales.


    –Cuando haces una visita, las muchachas te besan. Te besan al llegar. Te besan al marchar. Te besan cuando vuelves. Una vez se ha probado la dulzura y fragancia de esos besos, querrías pasar allí la vida entera.


    Eso cuenta Erasmo, el humanista (nada que ver, pues, si hablamos de humanismo, con el acrónimo de European Region Action Scheme for the Mobility of University Students), sobre Inglaterra. Bellingham es inglés, pero cambió los besos de Inglaterra por la frigidez alemana y los goles de España, dicho con todas las cautelas, pues en Alemania´, el país de Schopemhauer, le ha venido a Rubiales la única compasión ante la hoguera, la de Karl-Heinz Rummenigge, que confiesa haber besado… “a hombres”:


    –Cuando te proclamas campeón del mundo, pues te emocionas. Y lo que hizo allí Rubiales estuvo, con todo mi respeto, absolutamente okay. Recuerdo que cuando ganamos la Champions la última vez, llegué a besar a hombres.


    De aquí el actual periodismo de investigación podría concluir que Bellingham se fue primero de Inglaterra para que no lo besaran las inglesas y luego de Alemania para que no lo besaran los hombres, viniendo a caer a España, donde celebra los goles con un cinturón de castidad que consiste en irse hacia la afición y levantar los brazos en señal de victoria, pero sin dejarse besar, como exige el maduro pueblo español desde los tiempos del cardenal burgalés Pedro Segura (España es un calvario d Pedros), que condenaba el baile como preludio del beso con silogismos del jesuita dieciochesco Pedro de Calatayud, otro Pedro, en cuyas “Doctrinas Prácticas”, a la pregunta “¿Qué os parece que es el baile?”, responde: “El baile es un círculo cuyo centro es Satanás”. Y Segura anticipa la ola moral que se nos viene encima: “Los bailes (preludio, no lo olvidemos, de los besos) son gavillas de los demonios, estragos de la inocencia, solemnidades del infierno, tinieblas de los varones, infamia de las doncellas, perdición de las mujeres, alegría de los demonios y tristeza de los ángeles”.


    –Nosotros no caemos sobre nuestros cuellos y nos besamos cuando nos reunimos –refunfuñó famosamente Kipling, obviando las últimas palabras de Nelson al término de la batalla de Trafalgar en presencia de media docena de oficiales navales.


    Sobre el ocaso de esa gloria, dirá Chesterton, está escrito para siempre en letras de fuego el gran sentimiento inglés: “Deme un beso, Hardy”, fueron las palabras de Nelson a Thomas Hardy, capitán de la nave donde se encontraban.


Nelson


EL DEDO EN EL OJO


    A falta de nada mejor, la prensa encontró en Modric el medio de enguizgar en el Madrid: ¡cómo una leyenda va a ser suplente! Teoría que llevaría al club a incluir a sus leyendas, no en la Presidencia de Honor, sino en el equipo titular cada domingo. Se llama meter el dedo en el ojo. Luego está meter el ojo en el dedo, que es lo que ha hecho De Bruyne, ojo derecho de Pep (el izquierdo es Lillo), con Mbappé: “Mbappé tiene muy difícil ganar el Balón de Oro en el PSG; dicen que se va al Madrid, y en ese caso podría ganarlo y tal vez lo pondría primero”. Todo suma.

 [Lunes, 28 de Agosto]