Alinsky
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
A cambio de manos libres, la llamada derecha, que representaba la legalidad de la dictadura (hoy sólo estulticia y vanidad), entregó el Estado a la llamada izquierda, que representaba la legitimidad de la clandestinidad, y que lo tomó como la finca que le correspondía en el reparto de la herencia.
En su siglo asistimos a lo que un gran teólogo denomina “migración de lo sagrado” desde la Iglesia transnacional al Estado nacional (“que se plasmó en el establecimiento del ideal de morir y matar por el propio país”). Ahora, con la llamada izquierda, el Estado nacional invierte la “migración de lo sagrado”, que regresa a la Iglesia, que son muchas iglesias, entre ellas la del Clima, con sus bulderos y lazarillos, dueños del secreto de la soteriología climática (¡a la salvación por la meteorología!). Si hace calor, porque hace calor, pero si hace frío, porque hace frío.
En este lazareto moral que es el sanchismo ultraotanero, un lazarillo del Estado de Partidos como Errejón vive de interpretar el termómetro callejero y alertar de que hace frío en febrero, y en agosto, calor, que a esto se reduce la teología del Cambio Climático para meternos la uña en los bolsillos. Los pioneros de esta socaliña fueron los castizos madrileños (“Más Madrid”, se llama la zarzuela de Errejón) que en mayo abordaban a los “isidros” (forasteros) que venían a la feria taurina y les cobraban por andar por la acera de sombra.
El españolejo no cree en la predestinación religiosa de Calvino que tanto atormentó a Cromwell (el Franco inglés), pero finge creer en el determinismo científico y psicológico que elimina la responsabilidad de la conducta y que hace feliz a Errejón, cuya idea del Cielo es una nómina bien gorda del Estado de Partidos y una barbacoa Hergom Gas CB4 en el ático para hacer asado de tira Laclau. A cambio, uno sólo ha de pensar lo mismo que el gobierno, sólo que después, y eso incluye apoyar con “¡hurras!” la columna sanchista de tanques Leopard 2E, más o menos cascajosos, con Bolaños disfrazado de Patton a los mandos, en el búnker de La Moncloa, todo lo cual nos convierte, sin preguntas, en objetivo bélico de la Guerra del Fin del Mundo, y sólo por el “interés nacional”. ¡Que esto viene en mi Alinsky!
En el 76, por “interés nacional”, y de la mano americana (la derecha sigue chapoteando en el libro del comunismo), el PC traicionó a la Ruptura.
Para Jefferson, el Interés Nacional suponía traicionar a la Revolución, que debía orientarse al Interés Mundial, y atacó al presidente Washington porque obraba al servicio del Interés Nacional. Ya presidente, Jefferson tomó todas sus decisiones en nombre… del Interés Nacional.
Qué elasticidad, la del oportunismo comunistejo en nuestro Estado de Partidos: por Interés Mundial, la Revolución; por Interés Nacional, la Guerra; y por Interés Personal, el Clima. Y con el himen moral intacto. Vamos, ni los liberalios.
[Viernes, 3 de Febrero]