martes, 21 de febrero de 2023

En el nombre del padre

 

Helipuerto para el 

Decreto de legalización del PCE

Sábado Santo, 1976

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Podrido de silogismos producidos por sus Tanques de Pensamiento, el Régimen es tan feble que tiembla ante Ramón Tamames, que es su propio padre, el Founding Father, como temblarían en América si apareciera en pleno “speech” de la Ocasio un Alexander Hamilton, lector a los 17 años de Grotius, de Pufendorf, de Montesquieu, de Locke


    Tamames ha sido lector empedernido de Baroja, y lidiará en la Moción de Censura con un adoquín que sitúa en Soria la cuna de Machado, muy orgulloso de su adoquinazgo, que en eso consiste la “muerte del ignorante” (Barzun): todo el mundo es igual de sabio, de lo que se infiere la muerte de la autoridad. ¿Qué autoridad tiene un nonagenario en una sociedad amaestrada en el culto fascista a la juventud? Kant no se sintió autorizado a sentarse a escribir hasta cumplidos los 60 años, cuando en este Siglo de Oro que vivimos cualquier veinteañero firma al menos media docena de volúmenes.


    Rivera, aquel nadador centrista de traje italiano con hombreras que nunca lo leyó (“la verdad es que no he leído a Kant un título concreto”), negaba en su programa liberalio la ciudadanía a los nacidos antes de la Santa Transición o a quienes durmieran en una habitación con más de dos personas. Tamames, que en el 56 puso en jaque la Universidad con su manifiesto contra el franquismo en el club “Tiempo Nuevo” de Alcalá, 94, vivió su clandestinidad en una tinaja, como Diógenes, acondicionada en casa de Dominguín en Quismondo, un escondite como el de los chicos de Brian para escaquearse de los romanos en “La vida de Brian”. Allí debió de escribir su historia de la guerra civil sin alusiones al asesinato de Nin. ¡Disciplina comunista! En el 76, ya en Madrid, fue Umbral a entrevistarlo, y Tamames lo recibió con una foto de Marx, un montón de novelas de Baroja y un dibujo de Picasso dedicado (influencia Dominguín, seguramente).


    –La Ruptura democrática es un hecho –dijo, convencido.


    El resto es historia: Kissinger, Brandt, Carrillo hundido hasta las ingles en las moquetas de la Moncloa, el paquete de Ducados (“noblesse oblige!”) de Suárez, y donde decíamos Ruptura, decimos Reforma, más Ruido de Sables para justificar la traición a la Causa y tal y tal y tal, cumpliéndose las escrituras de los Polibios y Aristóteles: a una dictadura (administración y propaganda) le sucede una oligarquía (corrupción y propaganda); al poder de uno, el de varios; y entre bomberos, no pisarse la manguera.


    La “manguera” como Régimen (“la sociedad española no estaba preparada para otra cosa”, fue la justificación de Tamames en la TV del 91) es lo que Tamames vendría a pisar con la Moción de Censura. Es Misión Imposible, pero, por si acaso, los tetones del Consenso lapidan al Anciano, ignorando el artículo 50 (otro más) de la CE, que establece la obligación de los poderes públicos de atender y entretener a los viejos.

 

[Martes, 14 de Febrero]