jueves, 10 de junio de 2021

Tiempo de Berlangas

@NievesJemezB
9 de junio, 10 años ya que se fue Jorge Berlanga
El más cool, moderno...


Catálogo de la Exposición


Jorge Berlanga y Catalina Luca de Tena, ayer, en El Águila




AQUEL PRÍNCIPE DE BIZANCIO

El caso es que se nos ha ido Carlos Berlanga, como huyendo de la purrela de este Siglo de Oro que andan vendiéndonos y como harto de la larga paciencia que en España sigue siendo el genio, escondido en la trastienda, tal que un judaizante del otro Siglo de Oro. Lo que de veras fue, lo ha contado su hermano Jorge, que es el único que podía contarlo. Lo que de veras pudo ser, lo ha pensado Sabino Méndez, que es quien mejor podía pensarlo. Y todos nos hemos vuelto más pálidos, como se vuelve de los cementerios: de puntillas, aunque «Bailando», con los zapatos, uno negro y otro amarillo, del príncipe de Bizancio y con un saltamontes -ese dandi epigramático que siempre hay en los cementerios- atado por un hilo (...)

Morir joven, y dejarnos, a su muerte, un perfume extraño y penetrante de espíritu selecto es un deber de dandi. «Puedo, después de una epopeya en que naufragó el mundo, hablar por fin de un escritor», escribió Panero en su epitafio para Haro. Hoy, al final de una movida en que naufragó una generación, hay que hablar del ángel bodeleriano que la soñó. Fue un gato. Fueron, quizás, cuatro gatos...

Carlos Berlanga apareció cuando los tiempos eran mejores, casi de oro, y alguien tenía que engañar nuestro hastío y elevarlo a diversión. Lleno de fuerza en su fina ligereza, su dandismo suponía, ante todo, la guerra al «¡A mí que no me toquen el cocido!» de la mediocridad cerdil. Con su timidez de niño que lo mira todo como si todo lo engañase -«la mirada que goza de la perfecta lucidez, aunque se consuma atrozmente en esa misma lucidez»-, iluminaba a una generación que, en medio de la continua risa, vivía peligrosamente, y por eso parecía cada vez más el ángel bodeleriano pasado por la túrmix madrileña de Ruano y de Ramón (...)

Baudelaire era francés, pero Berlanga, que era español, sólo podía ser un ángel mojado en café con leche, que es la única cortesía que en España se ha tenido siempre para el talento. «¿Y ése quién es?» «¡Un artista!» «¡Pues, ande, póngale un café con leche!»

Ignacio Ruiz Quintano
Abc, 12 de Junio de 2002



Tiras de Carlos Berlanga en Gente y Aparte,
de Ruiz Quintano y Jorge Berlanga, en Abc




Viaje alrededor de Carlos Berlanga / Exposición / Comisario: Pablo Sycet
Sala de Exposiciones El Águila
Calle Ramírez de Prado, 3 / Madrid
12 de Diciembre 2009 -7 de Marzo 2010
 
*** 
 

Jorge Berlanga, que estás en los cielos

Primera portada de
Gente y aparte

Ignacio Ruiz Quintano

Abc

Porque al cielo iremos los de siempre.

Y ya diré por qué espero ver de nuevo a Jorge, esta vez en el cielo.

Desde luego, no tiene relación con esta primavera democrática en país tan de capullos que toda la historia se nos va en primaveras democráticas.

Hace 34 años vivimos otra primavera democrática. Después vino el desencanto, y entonces conocí a Jorge Berlanga, con su mueca de David Niven y su elasticidad de pantera rosa.

Yo iba para pajarito –decía de sí Emilio Romero–, pero mi destino me ha erizado como una liebre: sorbo el aire, a ver lo que viene, y levanto las orejas.

¿Liebre, Jorge?

No, no. Jorge, siempre tan falto de afecto, también iba para pajarito, pero no era liebre: era pantera rosa en un Madrid heroico y galante entre las ruinas de Chicote y las ruinas de Balmoral y que sólo existía en su cabeza. Lo real era El Cutre Inglés, persiguiendo a las piernas de Mamen del Valle, que tanto dieron que hablar.

Hay camareras que reinan sobre la barra y camareras que convierten la barra en una república popular.

En la barra de aquel bar de la calle del Marqués de Santa Ana alumbramos una noche el “Gente y aparte” de ABC. Yo venía de un Mundial en México y de una mili en la Brunete, y Jorge volvía de la Guerra de los Treinta Años en el Rock-Ola. El desafío era el aburrimiento. Podíamos hacer lo que Christopher Walken en “El cazador”, pero no teníamos ruleta rusa, o lo que Luis Calvo en el Vietnam, pero nos faltaba el pelo blanco. Para los espíritus burlones el periodismo empezaba a flaquear, y tuvimos el plan de una sección rara. Al director le vendimos páginas con chicas deslumbrantes de la movida, pero Jorge vino con Rossy de Palma, que sólo era Von Donna. A las pocas semanas colaboraba Leopoldo María Panero, enamorado telefónicamente de Rosaura (Díez Fuertes), auténtico ángel d’orsiano de la sección, a cuyo nombre, Rosaura, ABC, Serrano, 61, enviaba Panero los sobres con sus cosas sobre la locura desde el sanatorio de Mondragón.

Ahora que Jorge ha vuelto a desaparecer (el mes más triste para desaparecerse, decía De Quincey que era junio, por el contraste de sus hermosos días, tan largos), recuerdo un atardecer en que Jorge llegó a Serrano en mangas de camisa con su folio (no había e-mail): se lo recogimos, y a él lo metimos en un coche, con Rosaura al volante, para ver en Melgar de Fernamental a Gabinete Caligari, de gira con «Camino Soria». Paramos en Burgos por una copa, y Jorge desapareció. Una hora después (no había móviles) reemprendimos el viaje. Y allí estaba él, cincuenta kilómetros más tarde, en la puerta del hangar-discoteca, en mangas de camisa, con una copa en la mano, dando la bienvenida a las serranillas del lugar.

¿Veis como es un cielo?

Dijo Rosaura.
 
[Junio 2011]