miércoles, 11 de diciembre de 2024

Hughes. Atlanta, 2-Real Madrid, 3. Mbappé, yo ya te quería


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Hughes

Pura Golosina Deportiva

 

Los hinchas del Atalanta gritaban el himno de la Champions como auténticos catetos y al entrar al campo del bracete de Gasperini, Ancelotti debió de sentirse comprendido por fin.


Vini volvía en un 4-2-3-1. El Madrid salía bien, optimista y ofensivo. Lo mejor era la movilidad de Brahim, benjamín humano de champán.


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Ese 4-2-3-1 tenía vislumbres mágicas y supersticiosas de 4-2-2-2, la torre áurea que ha de ir apareciendo este año y que asomó de un par de formas en Bérgamo. Primero, como fugaz pauta posicional o fugaz.


El Atalanta es un equipo muy especial que le permitió al Madrid una reinvención. Esa marca al hombre, a la vez antigua y moderna, la combatió con arrojo y velocidad. Ante Gasperini, Ancelotti no fue tanto Ancelotti.


Los jugadores iban por el campo intentando eludir cada uno a su par como en una película de espías...


En el Madrid, uno de arriba bajaba a recibir, se giraba a toda velocidad y mandaba el balón al espacio... y en ese espacio se proyectaba un Mbappé brillante y potente, pero potente fino, potente de puntillas. Su juego presagiaba cosas, y marcó en el minuto 10 tras pase de Brahim; un solo control con el que superó al defensa y le sacó un buen trecho, y un segundo toque para batir al portero sin vacilación ni instante de autoconciencia. Fue un golazo automático de nueve del más alto nivel.



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Luego tuvo otra ocasión a la carrera. Su paso era alegre, sus carreras tenían otra ligereza de pie, y su aspecto era plenamente cool. ¡Tan francés! Ya sabe lo que hacer con la camiseta. La llevó de manga larga, metida dentro del pantalón y, de repente, el "traje" del Madrid por fin le quedó bien. Así es. Ya está. Mbappé ya tiene la estampa con la que pasará a la historia. Ya tiene la silueta... Un talle alto, con el pantalón un poco a lo cachuli, lo que resalta su pierna larga, su anca de faisán o gacela parisina rara.


Al ver eso, yo he querido ponerme una camiseta del Madrid, y si no, cualquier otra, una Abanderado bastaría, y subirme el pantalón hasta el ombligo y desmarcarme, desmarcarme por el pasillito, quiero bajar al parque y meterme entre el fútbol de los niños (avisando de que no soy pederasta) para desmarcarme, para intentar imitar su paso de saltamontes.


Oh, Mbappé, qué país de cenutrios que te han negado... Yo ya te quería por haberles sufrido, por haber sufrido a los españoles, ¡ya eres uno más! ¡Ya sabes lo necesario!


Hasta la delantera parecía enorme otra vez, oceánica, divisible sin problemas con Vinicius.


El problema en el rival era Lookman, que caía por donde Lucas. El Atalanta, con los minutos, iba mejorando y eso exigía el trabajo de Bellingham, que se desfondaba en su área y al instante aparecía por la otra provocando una mezcla de admiración y flato.


Se secaba un poco Brahim y el propio Madrid. Esa forma valiente y directa de atacar el sistema local parecía un buen plan que se agotaba y el equipo ya era un 4-4-2 bastante agónico en el que los dos de arriba estaban exentos.


En éstas, Mbappé se rompió y algo pasó. A veces es la ausencia la que desvela el enamoramiento. El argumento del Madrid se evaporó y sentí (creo que fuimos todos) un vacío que se convirtió en tristeza. Sin Mbappé, el partido me parecía vulgar. La noche por delante larga. Me di cuenta ahí de que Kylian ya es mi jugador favorito y de que, si está bien, provoca cosas únicas. Su vuelco trepidante en el área, afilado y lleno de estilo, alta clase técnica hecha instinto puro, y esa proporción única de piernas y cintura, me parecen cosas superiores. Mbappé es la seda total, la sensación más placentera del fútbol. Es como ver a un delfín zambullirse, a un tiburón despedazando un ser o a un guepardo corriendo hasta su presa en el Serengueti.


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La tristeza y pérdida de aliciente se hizo mayor porque Ancelotti dio salida al triste de Rodrygo, recién regresado de la enfermería. Todo le salió mal y el Madrid perdió su amenaza.


Sin ella, el Atalanta se fue arriba y no de forma del todo injusta, aunque sí absurda, pues el penalti de Tchouameni fue levísimo, los locales marcaron en el descuento de la primera parte con un zurdazo del imberbe y muy técnico zurdo De Ketelaere, uno de esos belgas de clase perversa.


En la segunda parte el comienzo del Madrid hizo presagiar lo peor. Lookman forzaba a Courtois a posiciones a su edad ya no del todo decorosas (el portero veterano y glorioso al final ya no se tira, ni está para tirarse). Había pérdidas arriba, y los laterales seguían de secundarios de Benny Hill, corriendo pequeñamente, un correr pequeño, ruedines del Madrid.


Pero en el 56, un rebote lo cazó Vinicius, que estaba in albis, para marcar de tiro zurdo ajustado de delantero cazagoles.


Era un rebote, pero, a decir verdad, el gol venía de unos intentos previos en la mediapunta entre Bellingham y Brahim, que, colocados tras el delantero, sugerían ya dos polos de fútbol muy cercanos. Era otro atisbo de 4-2-2-2, brillaba el piso de los mediapuntas.


Al poco, Bellingham se desmarcó no ya como mediapunta sino como delantero, quebró al defensa con facilidad, como si el rival estuviera en un barco oscilante y él no, y remató con la zurda. El Madrid tridentino afila su instrumento.


Las mediapuntas habían aparecido, también los nueves, y el mismo mérito o más tuvieron los mediocentros, Valverde y Ceballos, peinados igual, como esclavos de un after o reclusos de Bukele uniendo sus destinos en lo estético. Ceballos estuvo a la altura de Valverde, que ya es mucho decir. Sobre ellos y el esfuerzo de Bellingham el Madrid mejoró en la segunda parte y ganó el partido. Tras los goles llegaba una seriedad colectiva, el sacrificio que compensa los desequilibrios. Casi se escuchaba el sonido cartilaginoso del Madrid cuajando. El Atalanta se había acercado con gol de Lookman sobre un Lucas Vázquez que defendía como Lina Morgan.


Ancelotti tardó un poco en hacer los cambios. Raro es que le tengan que pedir que meta a Modric de una santa vez... fueron saliendo todos menos Endrick, a la altura de Vallejo ahora mismo; Asencio probó unos minutos en el lateral derecho; esa gran sensación cuando pasan a Lucas al mediocampo sobre un lateral, el que sea, y entre los dos construyen voluntariosos una banda derecha... Entra un alivio, un orden pequeño pero creciente y un placer de tipo administrativo que se parece al ahorro y la buena economía. No evitó por supuesto el postrero susto de Lookman en el noventa y tantos, pero el Madrid iba a ganar porque ya se estaban haciendo las cosas bien: hay sistematización progresiva, hay triunfal doble pivote y habemus nueve epocal.



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