lunes, 2 de diciembre de 2024

De Nadal a Modric



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


La temporada de fútbol transcurre como un viaje en Ave, llena de parones por necesidades técnicas (el negocio de las Selecciones, que a ningún aficionado importan) en mitad del campo, y contentos con llegar. Vuelve, pues, la competición de clubes, ahora con la espada de Damocles (imagen muy del gusto del periodismo deportivo) que es la tercera guerra mundial al fondo. Al ser mundial, algo tendrá que ver Infantino. Y al “jugarse” en terreno europeo, algo tendrá que ver Ceferino.


Con la competición de clubes, vuelve al Real Madrid la guerra de centrales. ¿Fichar centrales? Dos opciones se presentan, si va a venir la guerra: una, tirar la casa por la ventana y traer un camión de centrales sacados de las listas que hagan sus representantes; y la otra, no traer a nadie, porque, total, ¿para qué?, y guardarse el dinero para la era posnuclear, donde sólo habrá quedado en pie el Bernabéu, “más allá de la cúpula del trueno”, pero sin Tina Turner, para no molestar a los del Ruido, que, sin casas, consumidas por el fuego atómico, vivirán en quechuas por la Castellana, como cuando la acampada de la Sintel.


Ancelotti, que es un payés de los de “quien nada juega nada pierde”, estará de acuerdo con la segunda, mientras que Guardiola, por poner el contraejemplo, que es un payés de los de “quien nada juega nada gana”, estará de acuerdo con la primera, y ahora que ha renovado con el City (señal de que el City se irá de rositas con la Premier) acaparará el mercado de centrales sólo para que ninguno caiga en Madrid, donde sólo queremos ver a Guler, y no lo podemos ver porque tenemos que gestionar la pensión de Modric dándole minutos para sus cotizaciones.


Los viejos, la generación de Modric, defienden lo que es. Los jóvenes, la generación de Guler, defienden lo que tendría que ser –sostenían los clásicos.


Para esos clásicos, los jóvenes piensan que "los viejos tienden demasiado a la comodidad y a la hipocresía"; y los viejos consideran que "los jóvenes son insensatos, atolondrados e imprudentes". Ni que decir tiene que España es un país de viejos, cuyo lenguaje popular está saturado de sentencias de viejo. ¿Para qué va a cambiar de criterio Ancelotti, si en cada partido la mayor ovación del piperío es cuando entra o cuando sale Modric?


A Guler lo hemos visto esta semana batirse el cobre en el barro de Montenegro, y esa imagen encaja en unas confidencias futbolísticas de Valverde sobre su experiencia personal. De Guler circula el rumor de que Ancelotti no lo pone porque le cuesta defender, rumor que se disipa cuando ves defender a Modric, y Valverde ha reconocido en la tele de Valdano que él, de joven, era media punta y tampoco corría mucho: “Yo odiaba correr y entrenar. Pensaba que tenía las cualidades y ya. Pero tuve un entrenador en Peñarol, El Chueco Perdomo, que decía: ‘Si no defiendes, no vas a jugar’. Me quitó. Uno cuando no juega ya lo empieza a entender todo”.

 

Que el único odio profesional de Valverde fuera a correr y a entrenar lo engrandece como futbolista. Sólo un tonto corre por gusto. Él, si corre, lo hace por dinero, que a todas luces es lo inteligente. Cualquier otro odio es perder el tiempo, como debe de pasarle al cocinero Ferran Adriá, que lo único que quiere, dice, es que pierda el Madrid. A lo mejor es que Adriá es federal de toda la vida, pero ¿por qué Ferran? En el Ampurdán, según Pla, los nombres solían responder a los amores por los santones políticos: los Baldomers lo eran por Espartero, el general; los Emilis, por Castelar; los Nicolaus, por Salmerón; etcétera.


Modric está en edad de moverse por la alta competición con andador, pero viene de disputar con su país los dos partidos del parón, gesto que le alaban todos, con lo cual, para reponer siquiera el andador, muy previsiblemente descansará ante el Leganés para jugar de salida en Anfield, ocupando el sector natural de Valverde, destinado éste a quemarse vivo tapando al ratonero Díaz. Y aquello podría convertirse en un Waterloo como el de hace dos años en Manchester.


Cuando se despertó, Nadal se había ido y Modric seguía allí.



Drácula de Bram Stoker


[Sábado, 23 de Noviembre]