Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Renacimiento 2030 pide literatura pastoril como Oliver Giroud, delantero centro de Francia, anda pidiendo cuero (que Mbappé le pase el balón, vamos), y la literatura pastoril pide pastores de villancico, demanda que la ministra de Trabajo, simpatiquísima caricatura de Doña Rogelia, satisfará con el relevo generacional “en el pastoreo de alta montaña, la ganadería extensiva y la apicultura”. De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades, como manda el buen marxista. Quien pueda ovejas, ovejas, y abejas quien pueda abejas. Arcipreste de Hita o Mandeville.
Nuestro mundo sería distinto si en los 80 nuestros políticos hubieran podido enviar a sus hijos al pastoreo en vez de al politiqueo. Nadia sería hoy una serrana de Juan Ruiz; Pincho, un galateo cervantino; Espinar, un marmolillo monumental en Ameyugo; Bernardino, un melibeo salmantino; Verstrynge, una serranilla de pastoriles cantos al son del blando caramillo…
Mas el progreso consiste en ir hacia atrás, siguiendo, como Rousseau, la pista del hombre primitivo, ya que “todos los progresos llevados a cabo por la especie humana la alejan sin cesar del estado primitivo”. ¡Ah, la simplicidad de los primeros tiempos! Hacia esa simplicidad retrocedemos y para esa simplicidad nos preparamos. Seremos los Terribles Simplificadores anunciados hace un par de siglos por Burckhardt: en tertulianés, los amigos de las soluciones sencillas para los problemas complejos.
De Rousseau la Revolución, y de la Revolución, la simplificación. Por la inocencia pastoril llegaremos todos a simples como por el papeo centrista hemos llegado todos a liberales. A lord Acton le hacía gracia que todas las facciones revolucionarias fueran tenidas por liberales: “Montesquieu porque fue un tory inteligente; Voltaire, por anticlerical; Turgot, por reformista; Rousseau, por demócrata; Diderot, por librepensador…”
–Pero la única cosa que tenían todas las facciones en común era su desprecio a la libertad.
Ahí seguimos.
[Viernes, 11 de Junio]