FRANCISCO RABAL
1926-2001
Francisco Rabal Valera, el que gritaba “¡Milana bonita!” en Los Santos Inocentes,
murió, como Goya, en el cielo de Burdeos. “En el avión rechazó el
oxígeno –declaró su viuda–. Comenzó a ponerse muy blanco y tuvimos que
aterrizar en Burdeos. Ya estaba muerto.” Tantas almas llevó metidas
dentro del alma, dándoles vida y semblante, ademanes y palabras, que su
muerte, escribió Campmany, era muerte multiplicada, “que se nos fue por
el aire el Sacha Guitry de España”. Sus últimas coplillas fueron para Pepe,
el perro de Saramago: “El perro de Saramago / que tienen en Lanzarote /
tiene un nombre, que no mote.” Rafael Gil lo encontró de electricista:
“He encontrado una gran cara que dará mucho que hablar en el cine
español.” Pero antes lo había descubierto Dámaso Alonso, vecino de su
abuela: “Tú puedes ser actor. Eres alto.” Y bien bonita que era la
milana.
IGNACIO RUIZ QUINTANO
(Del libro Serán ceniza, mas tendrá sentido / Ediciones Luca de Tena, 2006)