jueves, 8 de abril de 2021

Las moradas


 La patada en la puerta de Marlasca

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Lo avisó un tuitero, Izzy, en enero: “Todos los papers coinciden en que el coronavirus se alimenta de derechos fundamentales. Si logramos eliminarlos todos, lo venceremos”.


    La libertad, leo en mi ensayista, aún conserva el aura divina del dios Liber (Baco), que hacía crecer la vid, regaba de vino al hombre disponible para producirse (“liber”) y procuraba crecimiento a los niños (“liberi”), latines que fueron aplicados a pueblos con juventud para librarse de tiranos.
    

La libertad es dionisíaca, y por eso la aversión del vecindario a las “fiestas ilegales” (concepto de la España negra), donde todo el mundo es culpable. Abolir la inviolabilidad de domicilio para reventar guateques supone un pequeño paso para el ministro Marlasca, pero un gran salto para colocar a España fuera de la civilización, donde no es la primera vez que está.
    

El tenebroso ministerio aclara en una nota que en España no hay más moradas que las de Santa Teresa, y la derecha pepera, al oír “Santa Teresa” y “patada en la puerta”, ha hecho suya la doctrina, añadiendo que, tratándose de la policía, como si quiere entrar rompiendo la ventana, que hará más ilusión a los niños.
    

Perdonado por inocente –era el letrero al pie de un Cristo en la Cruz que vio Pemán a las puertas de una parroquia de Madrid al final del terror rojo.
   

 La máxima principal de todos los sistemas jurídicos civilizados, que la carga de la prueba debe siempre pesar sobre el acusador, tuvo su origen, recuerda Hannah Arendt, en la idea de que sólo el delito puede ser probado de modo irrefutable, mientras que la inocencia, al ser algo más que “no culpabilidad”, no puede ser probada, sino que ha de ser aceptada por un acto de fe, cuyo único fundamento es la palabra dada la cual puede ser falsa.
    

¿Esto es legal? ¿Nadie nos piensa ayudar? –pregunta al aire una tuitera.


    Nadie. Los españoles estamos tan desamparados como los niños en el “Sueño del Cristo muerto” de Jean Paul. Pero los niños eran inocentes.

[Jueves, 1 de Abril]