lunes, 26 de abril de 2021

La vieja molienda

 


Boddhisattva

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Mientras el Madrid de Zidane prepara el café de la vieja molienda para el doblete (“cuando la tarde languidece / renacen las sombras, / y en su quietud los cafetales / vuelven a sentir / esa triste canción de amor / de la vieja molienda / que en el letargo de la noche / parece gemir”), el Barcelona de Koeman se consuela en Sevilla con otra Copa del Rey. Dos opciones tenían los culés para consolarse de la filosofía tiquitaquesca que les hizo perder el Clásico: leer a Boecio o ganar al Athletic de Marcelino, y optaron por lo segundo: cuatro por cero y con Unai Simón de portero. Portero del Athletic y del Combinado Autonómico de Luis Enrique, que estaba mirando, y que vería cómo a ese hombre, que parece un Pedro Sánchez de los porteros, le rematan desde el área pequeña y que no se tira, sino que se estira (menos, en cualquier caso, que el portero de un futbolín), que no es lo mismo. También está ese gol de Messi que los gansos capitolinos nos venden como si fuera la repetición del gol de Maradona a Inglaterra en el Mundial de México, gol, por cierto, que no “practica” ni en el Champions ni con Argentina. Pero ese gol cae como una bendición sobre el Madrid, pues obliga a Laporta a renovar al alza a un futbolista que sólo le sirve para andarse por las ramas del fútbol doméstico.
    

Además ese gol viene a demostrar la teoría de mis amigos taiwaneses (profesores españoles en Taipéi) según la cual Messi ha hecho su carrera en un microclima, el español, donde la hegemonía cultural del fútbol la impone su club, que determina que a Messi hay que abrirle pasillo camino del gol como guinda al muermo del tuya-mía y el pase atrás, un “invento” de José Manuel Benito Entrialgo, Pin, y de José Luis López Panizo (en el Athletic, precisamente)
    

El “pase atrás” que en versión taurina es la “pata patrás” de los toreros modernos –aclara un compatriota “taiwanés” para quien el fútbol actual es “una verdadera m…”, que sólo mantuvo su interés “mientras Mourinho se enfrentó con todo al Boddhisattva de Sampedor”.
    

El gol de Messi al Athletic (caricatura del gol de Maradona a Inglaterra) nos hizo ver a todos la importancia de la entrada de Casemiro a Milner el otro día en Liverpool (que es la misma entrada de Sergio Ramos a Balotelli en la final de la Eurocopa con Italia). Se llama intimidación (y no hablamos, dicho sea para adultos con CI medio, de la practicada por Goicoechea a Maradona y a Schuster, sino de la de Casemiro a Milner), que constituía en el fútbol antiguo el factor determinante de jugar de local o jugar de visitante.
    

La diferencia entre la entrada de Casemiro y las entradas de Goicoechea es la que hay entre las hamburguesas de buey Angus (¡la nobleza de Casemiro!) y las hamburguesas vegetales, su nuevo negocio, que promueven los Gates, Bill y Melinda, los de la tienda de ordenadores, que no hay más que ver la cara de pasmados que se les ha quedado a los dos después de consumirlas, que es la cara que se nos quedó a los espectadores viendo las acciones del central vizcaíno, y vizcaíno como del Quijote. La idea de los Gates es forrarse con la venta de hamburguesas de alfalfa para eliminar del planeta a las vacas, responsables con sus cuescos de los escapes de metano que producen los agujeros en la capa de ozono que hará que las olas de la playa de la Concha laman la cima del monte Igüeldo. Para digerir la alfalfa, la vaca necesita de unas bacterias que provocan el gas asesino, cosa que los hombres no, lo que nos hace indicados para el pasto. Con el dinero que manejan los Gates, no tardaremos en ver en las camisetas de los futbolistas los anuncios de la carne vegetal que tiene a Melinda con cara de estar chupando limones.
    

La sensación que dio el Athletic ante el Barcelona fue la de un equipo mal alimentado, como si Raúl García hubiera almorzado hamburguesas de  berros en lugar de un chuletón en el asador de Zizur. ¡Ni un mal gesto! ¡Ni una triste entrada! ¿Que a Messi le hace ilusión intentar el gol de Maradona? ¡Marcelino, disponga la jugada! Y Marcelino, señorín de camisa blanca planchada y honrada, la dispuso. Se quitó la camisa y la echó al suelo a lo beatle para que Messi no se mojara sus lindos pies. Lo demás lo ponen los medios, que es decir las veletas. Miren al Madrid: todas las viudas de Keylor que convirtieron en un calvario la entrada del mejor portero del mundo, Courtois, en el equipo (al revés que en Jerusalén, en Madrid pasamos del “¡Crucifícalo, crucifícalo!” al “¡Hosanna, hosanna!”) se reúnen ahora para descubrirnos lo bueno que es este De Gaulle belga que conduce un Rolls Royce (ese coche pide chofer) para ir a Valdebebas a pegarse barrigazos.
    

En Zidane los taiwaneses ven a un hombre que al fin, forzado por las lesiones, prepara los partidos con pizarra, y eso, unido a la baraka, lo deja sin adversarios.




KROOS Y SCHUSTER


    Con las tortas que se lleva cada vez que juega contra Zidane, Klopp, el entrenador del Liverpool que en España sólo entrenaría al Mallorca para poder comer raones (galanes en castizo), ya no sabe qué decir, y dice que “Kroos es la versión rápida de Schuster”, con lo que pone de manifiesto que nunca vio jugar a Schuster, que, jugando, se parece a Kroos como un huevo a una castaña. Algo pasa en Alemania con Schuster, teniendo en cuenta que a Kroos (como futbolista, un sastre con jaboncillo) le preguntaron una vez por él y respondió: “¿Quién es Schuster?” A ver, Toni…

[Lunes, 19 de Abril]