Rafael Alberti
Ricardo Bada
El Espectador
El cartero me trajo hace pocos días un ejemplar del Diccionario de anglicismos del deporte, confeccionado y editado por Félix Rodríguez González y Jesús Castañón, quien me lo envía desde Valladolid. Este Jesús Castañón es infatigable y admirable, y a lo largo de los muchos años que nos conocemos ya le dediqué varios espacios en mis programas para la Radio Deutsche Welle y más de una entrada en mis blogs, y hasta un largo artículo en la revista mexicana Nexos. Se merece todo eso y mucho más, incluido un sillón en la Real Academia, con más méritos que un par de gilipuertas que se sientan allí.
Al cabo de unos días terminé una lectura diagonal de este nuevo libro suyo, la cual me deparó un par de sorpresas. Entre ellas encontrarme con los términos “putteador” y “puttear” en el lenguaje del golf y no el de los burdeles, lupanares, mancebías, prostíbulos o casas de putas, hablando mal y pronto.
También tuve la agradable sorpresa de encontrar en la página 73 una referencia a mi club de mi alma, el Recreativo de Huelva, decano del fútbol español, fundado en 1889, sólo que su nombre nada más aparece en una cita de un periódico de Cartagena (España) que documenta el uso de la palabra “corner (o córner)”. En cambio no fue tan agradable la sorpresa en la página 127, al leer lo que sigue en la entrada dedicada a la palabra “fútbol”: «Aunque su primitivo asentamiento en la Península tuvo lugar en zonas del sudoeste andaluz, en seguida se estableció en ciudades marítimas del norte, como Barcelona y la cornisa cantábrica, por el atractivo que suponía entrar en contacto con sociedades industrializadas, con mayor nivel adquisitivo, más tiempo libre y mentalidad más abierta». ¡Ay, cara…y!, me dije, no sólo es que no se mencione expresamente a Huelva, la cuna del fútbol español, ubicándola en una nebulosa llamada «zonas del sudoeste andaluz», lo peor es que en comparación con las de Barcelona y la cornisa cantábrica nuestra mentalidad resulta ser no tan abierta, tal vez eufemismo por cerrada. No me parece fair play.
Pero sea, no existe ningún Diccionario sin lunares, y éste no iba a ser una excepción. A cambio nos ofrece un léxico variadísimo y casi polícromo, desde el “ace” en el lenguaje del tenis hasta la “zumba fitness”, definida como una “Actividad que combina ejercicio físico completo que ejercita todos los músculos, con el baile de tipo “zumba”». Creo que este libro es el compendio más cerca de lo exhaustivo que existe sobre los anglicismos pegados como lapas al lenguaje deportivo.
A título personal lamento que en los textos que documentan la palabra “golf” no se encuentre la definición acuñada por mí en mi cuento “Macho dulce” ± en 1958 («golf, ese deporte inventado por topógrafos indolentes»), y que en los textos que documentan “penalty-corner o penalti córner” no se haya colado una sabrosa cita de mi cuento “La bufanda de Cambridge”: «Era una figura del tamaño de un botellín de cerveza y representaba a una jugadora de hockey aprestándose a lanzar un penalty–córner. La expresión, la tensión, el colorido, estaban plenamente conseguidos. Pero cuando le di vuelta para verla del otro lado casi se me cae de las manos, de la sorpresa: vista desde atrás, con la faldita alzada por un golpe de viento, e inclinada como estaba para el lanzamiento, era notorio que la artista la había esculpido con las vergüenzas al aire».
Last but not least, y también a título personal, mi asombro mayor es que no se registre la existencia del beach football, del fútbol playa, en el que España ha sido cinco veces campeona de Europa y subcampeona mundial tres veces, dos de ellas (2003, 2004) gracias a los goles de David Cordón, el marido de mi sobrina Elena, a quien llamaban “el Ronaldo del fútbol playa” y en el 2004 fue calificado como “mejor jugador” de la Eurocopa.
Espero que los autores tomen buena nota de lo que antecede en las sucesivas ediciones que de todo corazón le deseo a un libro tan requetechévere. ¡Y ay de ellos si no lo hacen!