San Juan Bautista
Santa María Magdalena
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Es sabido que en fútbol no siempre el resultado final de un partido puede considerarse justo y para ello no es necesaria la intervención de un árbitro que no vea tres penaltys o se saque del silbato tres “fuerajuegos” fantasmales. Basta con que el equipo dominador y merecedor del triunfo sea incapaz de convertir esos tres penaltys a favor, ahora sí señalados, estrelle cinco o seis balones en los postes y el portero propio se deje colar entre las piernas una ridícula cesión de su central. “Que injusto es el fútbol”, decimos cuando nos toca -antier mismo el Córdoba contra el Mérida que marcó su gol sin querer-, pero quizás no nos paramos a pensar que ahí radica la grandeza de este juego. En la posibilidad de doblegar al superior con inteligencia, paciencia y encomendándose a la fortuna.
Es sabido que en fútbol no siempre el resultado final de un partido puede considerarse justo y para ello no es necesaria la intervención de un árbitro que no vea tres penaltys o se saque del silbato tres “fuerajuegos” fantasmales. Basta con que el equipo dominador y merecedor del triunfo sea incapaz de convertir esos tres penaltys a favor, ahora sí señalados, estrelle cinco o seis balones en los postes y el portero propio se deje colar entre las piernas una ridícula cesión de su central. “Que injusto es el fútbol”, decimos cuando nos toca -antier mismo el Córdoba contra el Mérida que marcó su gol sin querer-, pero quizás no nos paramos a pensar que ahí radica la grandeza de este juego. En la posibilidad de doblegar al superior con inteligencia, paciencia y encomendándose a la fortuna.
El R. Madrid hizo méritos para ganar al PSG en un partido bonito que a falta ya de interés clasificatorio presentaba el aliciente de ver correr a Mbappé. Este mozo lleva el nº 7 por lo que sospecho que tarde o temprano acabará en el Bernabéu ¿Ha de considerarse injusto el 2-2 final? Evidentemente, no. Creo que incluso tendríamos que alegrarnos de que los encuentros transcurran con tantos episodios destacables y tenga finales tan espectaculares para que el aficionado de siempre tenga de qué hablar: “Zidane no debió quitar a Valverde que además de ser mejor que Pogba mantiene al equipo equilibrado” “Marcelo espectacular arriba, pero ¿acaso no es defensa?” “Isco siempre ha tenido clase y si hubiera sido inteligente de más joven no habría Hazard que lo tosiera” “Al PSG le sobra Neymar”... y así en ese plan echando aceite a la tostada del día siguiente.
El caso es que me dispuse a ver el partido con el auricular en la oreja por cambiar de canal cuando hubiera novedades en Turín con el Atleti, pero fue a Londres donde me fuí a ver al Tottenham de Mourinho al que Semedo, el portugués de las rastas que detuvieran en Villareal, colaba un 0-2 de apariencia catastrófica. Volví al Bernabéu con un poco más de desazón por la decepcionante vuelta de Mourinho que se acrecentó con el gol de Dybalá que puso en evidencia a Oblak, al que uno considera el mejor portero del mundo. Confieso que ya tenía el ánimo por los suelos ante los nuevos aires sentenciadores a los que al parecer tendremos que ir acostumbrándonos conforme a la sorprendente decisión tomada en Zaragoza de condenar a cinco años de prisión a un sujeto que mató a un hombre que llevaba la bandera de España en los tirantes. El individuo tenía antecedentes, y no es circunstancia baladí, por dejar tetrapléjico a un agente de la autoridad en anterior ocasión. ¡¡Cinco años por asesinar!! De verdad que uno no sabe si el tribunal sentenciador ha valorado los méritos ideológicos o los, en teoría, deméritos penales. No sé... la Justicia debe reconocerse en los tribunales y no en el fútbol, pero les juro que duele mucho saber de cómo cuatro joveznos fueron condenados a 5 años cada uno por romper un diente a un natural de Marruecos, no está claro si de dos o tres puñetazos, que los recriminó por llevar una bandera de España en sus gorras. “Me estáis faltando al respeto” les dijo la víctima, y los mostrencos veinteños, abusando del número, le partieron un diente, ya digo que no se sabe si de dos o tres puñetazos que costó a cada uno 3.000 euros, religiosamente abonados que no valieron para acortar la condena.. y cinco años de prisión a cada uno de los cuatro por tener el delito el agravante de odio. A uno le acaban de dar el Tercer Grado -dormir en la cárcel y trabajar en libertad- después de cuatro y medio a pulso. ¿Creen que no es lógico que compare ambos delitos y ambas condenas y me sienta frustrado? ¿Qué se entiende por alarma social? ¿Qué injusticias sacan a los españoles a la calle? ¿Qué está pasando?
La justicia futbolística, a la larga, casi siempre es reconocible y admitida como sensata, pues las recompensas casi siempre suceden a los méritos de cada club, y así en Champions, a falta del último partido, ocurre lo que habíamos previsto y pasan a octavos PSG y R. Madrid en su grupo, el Bayern de Lewandosky, ¡¡qué goleador!! y Tottenham, tras una remontada en movimiento ajedrecístico mouriñista al que habría que reprochar no poner a Erikssen de titular; en el B, Juventus y esperemos que Atleti, ganando a un Lokomotiv que sacará a los reservas en Madrid y sólo en el D se verán partidos a cara de perro para decidir el acompañante del City a cuartos, pues hasta el Atalanta ha recogido instancias para reclamar los derechos. Irremediable agorero, apuesto por el Shakhtar.
Puffff. Tengo que subir unos días a Burgos para espantar los malos pensamientos en el bosque de mi Cartuja y sacudirme estas cavilaciones sobre justicias y sentencias que se me cuelan por las gateras más sensibles. Me malicio que allí, en Burgos, me llegará la sentencia de muerte del Córdoba CF y por ello quiero acogerme al abrigo de mis santos protectores, San Juan Bautista y María Magdalena, patronos que son de los espíritus solitarios.