Humo
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Creo que Javier Clemente llegó a declarar en alguna ocasión que un partido de fútbol perfecto debe acabar 0-0. “Muy buenos ataques contrarrestados por mejores defensas”. A Javier Clemente se le pueden discutir muchas manías y planteamientos, pero no creo que sean reprochables sus prioridades. Cuando un equipo gana por más de cuatro goles el partido más parece un KO boxístico que un encuentro de fútbol y en la fase de clasificación para la Eurocopa son demasiadas las selecciones que saltan al campo ya mareadas. Uno no quiere quitar a las Islas Feroe, Liechtenstein, Armenia, Malta, Israel, Kosovo, Montenegro, etc. el derecho a disputar la fase de clasificación para la Eurocopa pero la verdad es que ya hay, según mi humilde entender, demasiados partidos evitables. Entre hoy y mañana se juegan una veintena; pues bien, sólo los galeses de Bale y los húngaros de Szalay y Naggy, (siempre hay un Naggy en Hungría) disputan la clasificación. Una solución sería que las, digamos selecciones menores, se enfrentaran en unas eliminatorias previas y se clasificara un número que hiciera los grupos de cuatro y no de seis como ahora. No sé... es una opinión particular. 7-0 ante Malta o los 6 de Portugal a Lituania no creo que signifiquen fortaleza propia sino debilidad ajena, pero estas goleadas que suelen empachar a los aficionados, confunden no sólo al espectador sino también al periodismo que parece no querer distinguir el grano de la paja y lo que es peor a determinados futbolistas seleccionados que imaginan equivalencias y proporciones desde un optimismo malsano.
A mí, contra el parecer de Clemente, me gustan los partidos sin dueño en los que triunfe el talento de las delanteras sobre las defensas y acaben 3-3 y 4-4 o 3-2 y 4-5. Muchos goles repartidos entre potencias parecidas, pero, claro está, los entrenadores de alta competición, como es lógico y natural, gustan de cuidar la retaguardia y buscar la trufa del gol desde la estrategia de un córner o una falta.
La realidad futbolística de un servidor anda muy lejos de las selecciones. Ayer por Murcia, donde vi por televisión La Condomina sin un solo espectador en Preferencia y una docena de cordobesistas en la curva que lleva a uno de los fondos, empatar al Córdoba contra la Universidad Católica en un partido desesperante que podría utilizarse para quitar del vicio a los aún poco comprometidos con el fútbol. No sé si será uno de los últimos partidos del equipo, pero lo cierto es que no había dinero para viajar y aunque los taxistas se ofrecieron a llevar a los jugadores a Murcia al final pagó el viaje del equipo en autobús una empresa local de televisión por cable. Limosnas agónicas mientras llegan falsas ilusiones de un bulo de Bahrein, esas islitas entre Qatar y Arabia Saudí donde me suena que todo el mundo es riquísimo y tiene el dinero como castigo.