"Tsch, tsch, chavalito,
¿quieres saber la diferencia entre los EREs y la Gurtel?"
Money for Nothing @carisimolider
Hughes
Abc
Después de una década de periodismo sobre la corrupción del PP, se fue forjando en España un determinado estilo. Una forma de contarlo. Los trajes de Camps, el bolso de Rita Barberá, el coche de Ana Mato. ¿Recuerdan cómo se escribía de Ana Mato? Eso fue antes de que surgiera de repente, cual fina capa de vello pubescente, la sensibilidad del Nuevo Feminismo. Y antes de los ERE, claro. La mezcla de revancha social, acerado humor, énfasis “ferrérico”, escarnio desenfrenado y sensibilidad social, rociada de demagogia, generó un estilo periodístico que era como el reverso cursicrítico del periodismo social o pedrosimonismo. Nos roban, nos roban, nos roban, repetían. Nos roba una derecha atroz que además no venera la Cultura, no profesa la Cultura. No se arrodilla como nosotros ante el tótem de la Bondad hecha formas. ¡Por eso no sabían ni robar! Robaban inhumanamente en un tó p’a ellos!
En ese estilo maduramos, no sin cierta perplejidad. Ahora, con la sentencia de los ERE, vemos que el estilo ha muerto, tenía fecha de caducidad. Ya no más. Lo de Andalucía ya se ha contado de un modo muy distinto. Era inevitable dar la noticia de la sentencia, por supuesto, pero también se ven obligados a explicarnos que se trataba de un método para lograr la “paz social” aunque a veces se extendiera el auxilio a personas conocidas, cercanas, del entorno. Porque, ¿acaso se puede ayudar a números? ¿Se puede ayudar a un expediente? El que ayuda ha de ver, ha de conocer al otro. La calle no entiende de procedimientos, el amparo no puede ceñirse a un dígito. El socorro exige emergencia y roce. ¿Puede, el que ayuda, desoír el llanto de un niño famélico? ¿Puede, el que ayuda, ser sordo a los requerimientos de su peluquero o quien dice peluquero dice proveedor de langostinos?
Mientras el PP se limitó a mantener el tejido empresarial, el socialismo andaluz lo universalizó al empresario, al currante y el mediopensionista. ¿Y al parado? ¡El parado ya tenía ayuda, hombre!
Pero ¿no lo vemos! Era una forma de perfeccionamiento. Las ayudas son redistribución de los recursos y ellos, sobre la redistribución, añadían otra redistribución final que a lo mejor le quitaba a uno para dárselo al otro, pero siempre con ese sentido muy claro: la redistribución sobre la redistribución.
Pero ¿no lo vemos! Era una forma de perfeccionamiento. Las ayudas son redistribución de los recursos y ellos, sobre la redistribución, añadían otra redistribución final que a lo mejor le quitaba a uno para dárselo al otro, pero siempre con ese sentido muy claro: la redistribución sobre la redistribución.
Estábamos, menos mal que nos lo explican, poco menos que ante un sistema folclórico, popular, de providencia, que surgía desde abajo, desde la raíz del ayudado. ¡La sociata providencia! Al PSOE le sobraba por ello el procedimiento, la intervención y el control porque, puestos a ayudar, ¿qué es la ley sino privilegio? ¿Por qué limitar la subvención o la ayuda a su legítimo beneficiario? ¿Qué caprichosos límites son esos que establece una normativa cuando la realidad nos pide extender la ayuda? ¿Casan bien la palabra auxilio y la palabra requisito? De haberse ceñido a procedimiento, no podemos calcular las impredecibles reacciones sociales que habríamos presenciado en Andalucía.
Un sistema de paz social era eso, un orden paralegal pero natural, cercano, basado en el roce de ayuda social. Una cultura del cuidado del otro, puramente meridional ¡eso era el sistema griñán! Lo social, en los socialistas, era tan grande que no se podía contener a la ley. Era la ayuda europea adaptada al ambiente, a lo sureño nuestro, hecho pura Andalucía. ¿Lo vamos a comparar con lo otro?
Pero (nos repiten) ¿acaso se lo han llevado? ¿hay cuenta en Suiza? ¿Hay Louis Vuitton? Lo repartían todo en la gente. ¡Hacían que el dinero corriera! Hombre, es verdad que era su gente, y no toda la gente, y ahí quizás pecaron de humanos…
Este relato contrasta, es verdad, con la fiereza y la inquina personal con la que se retrató la corrupción del PP. Ni siquiera conmueve a nuestro piriodismo el dato de que se gastaran miles de euros en puticlubs. Bien mirado, también levaban allí la paz social, el analgésico anticrisis. Eran como el del aguinaldo (¡el agriñaldo!), el calvo de la Lotería. Que en esos sitios hubiera lucecitas no quiere decir que no hubiera también su crisis:
-Anda, para el coche, no nos vayamos a quedar cortos con la paz social…
¡Ingrata prensa derechil, que no entiende que el caso de los ERE era un amortiguador social! Eso no era robar, eso era aspersión, socialismo aspersor. Que fuera alrededor de las ayudas del paro no es por tanto un agravante, sino un flexibilizador. Bien sabemos que hay una vida económica en B, y ellos adaptaron la ayuda a esa realidad que no es la que dice el INEM sino la que se ve en la calle, la que se cuenta en la esquina, la que se rumorea en el bar.
-¿De qué vive Fulanito que no consta en ningún sitio?
-Te lo voy a contar yo…
¡Pues Fulanito también merecía ayuda!
Así que para evitar la revolución (socialdemócratas hasta el final), el socialismo saltó la verja del expediente como los devotos saltan la reja del Rocío. ¡Perfeccionadores sensibles de la ayuda pública! ¿Que eran más de 800 kilos y eso es mucho dinero? Pues imagínate esos 800 kilos mal utilizados. El Mundo ERE (nos quieren decir, pero no se atreven) era lo que había que hacer. Era razón de Estado, razón de Junta. No era clientelismo, sino decidido capilarismo de un corazón socialista bombeando por todo el territorio. ¿Es clientelismo la Iglesia o la Cruz Roja? Si luego votaban socialista ya eso queda entre el votante y la urna y vaya usted a saber.