viernes, 12 de diciembre de 2014

Insultos

 Cádiz-Villarreal. Copa del Rey

 En el campo, palabritas y palabrotas

Francisco Javier Gómez Izquierdo

El señor Tebas, después de arreglar equipos de fútbol estropeados como el Xerez Deportivo que este fin de semana juega un partido importante en El Fontanal, estadio del Chiclana, de la 1ª andaluza, ha ideado un plan extraordinario para acabar con la violencia en el fútbol, que ha sido muy celebrado por esos sepulcros blanqueados que leyéramos en la Biblia y que ejercen de presidentes de clubs de fútbol. Todo empieza expulsando de los campos a los que insultan, pero no serán los presidentes y sus directivos los que vayan localidad por localidad señalando al mal hablado y tirándole de las orejas como hacían nuestros frailes al expulsarnos de clase. Encargarán la tarea a la policía, como si la policía no tuviera mejor cosa que hacer.

     Al fútbol vamos a tener que dejar de ir los  que siempre hemos ido, porque en realidad ¿qué es el fútbol? El deporte está en las ligas de infantiles, cadetes y juveniles. El fútbol profesional se vende y se compra como espectáculo con sus peculiaridades, una de las más importantes y a la que hemos de considerar derecho consuetudinario, es el espontáneo insulto ante una injusticia arbitral, la criminal entrada a tu futbolista artista o un gol en escandaloso fuera de juego que supone el descenso de categoría. ¿Cómo reprimir lo que escupe naturaleza? Don Ignacio recordará a un presidente que tuvimos en el Burgos y que se parece mucho al que ha venido por Córdoba. El árbitro Fernández Quirós pitó un penalty en El Plantío a favor del Barça y un señor con gorro ruso saltó al campo a pegar al colegiado. En pleno ataque se deslizó el gorro y apareció la calva de Martínez Laredo alumbrando al júligan que el presidente no quería ver en Burgos. Fué al Estudio Estadio de Miguel Ors y aún con la evidencia de las imágenes seguía negando su intención de agredir. Fernández Quirós, que tenía trazas de boxeador, soltó al baranda de mi equipo un cate a tiempo y un linier le arreó con el banderín en el colodrillo. Martínez Laredo tuvo la desvergüenza de denunciar en comisaria al juez de línea y en fin, aquéllo acabó como ni Dios sabe.

       Lo ha dicho Luis Enrique: “Nos quedaremos solos”. Y dice bien. Hace dos años el 90% del aforo del Calderón insultó con una aplicación digna de estudio al Rey de España, al himno de la nación, al señor Fernández Borbalán y a todo español que presumiera de serlo. El señor Tebas, antes de que vuelva a ocurrir, debería explicar el frente contra insultos a desplegar ante una nueva e  hipotética final de Copa Barça-Athletic. Pillados los espectadores in fraganti con las delatoras cámaras, ¿cómo se precedería a la evacuación de un estadio? Y ya puestos a suponer, ¿qué ha de hacer el público cuando un árbitro pita un penalty inventado a todas luces? ¿Y cuándo un futbolista agrede a otro sin ton ni son? ¿Cómo evitar la respuesta de la tribu? ¿Acaso todos somos capaces de asumir la terapia gaditana que ya lleva pancartas al Carranza con el nuevo vocabulario futbolero?
       Un servidor, comedido por demás, está mayor para estas pamplinas vendidas como civilizadas.