Los caprichosos vientos de la justicia y sus criaturas
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Rafael, un hombre soltero de la parte de la Campiña cordobesa, dueño de mediana hacienda y sin años ya para gastarla, conoció en maldito lugar a Lilia, una joven venida de lejanas tierras de la que se enamoró perdidamente arrullado por su encantadora voz y su servil disposición. Rafael y Lilia se casaron y antes del medio año la exótica esposa denunció haber sido violada tres veces y vejada otras cinco por su marido. A Rafael lo metieron preso, y a pesar de que en el juicio, celebrado al año y medio de su detención, faltaron pruebas incriminatorias, lo condenaron a dos años y medio. En la cárcel, Rafael daba pena y hasta los psicólogos y las partidarias del feminismo, firmes contra los maltratadores, entendieron que se cometía injusticia contra un cincuentón simple e inocentón y más cuando todos supieron que Lilia tenía un amo que gastaba alegremente los euros que espectacular hembra sacaba vendiendo las tierras que le habían correspondido tras la condena a su marido.
A falta de seis meses para cumplir condena, a Rafael le concedieron un permiso de tres días que disfrutó en casa de una tía ya mayor que le acogió gustosa. Alguien dijo a Lilia que habían visto a Rafael pasear por las Tendillas de Córdoba y ni corta ni perezosa se presentó ante el juez llorosa y desesperada alegando un miedo insuperable por haberse cruzado con su marido en una calle de la ciudad que no supo especificar. Llamó el juzgado a la prisión advirtiendo de la supresión de los futuros permisos del interno por “el daño gratuito ocasionado a la víctima”. Rafael no volvió a disfrutar permisos. Salió en libertad cumpliendo “a pulso” y al volver al pueblo le dijeron que Lilia se había ido con uno a la parte de Asturias y que la que fue su hacienda la compró Fulano . De su caballo Califa no le supieron dar razón.
El diputado Llamazares se enfada con las víctimas del terrorismo porque dice: “...pone en riesgo el fin constitucional de la reinserción”. Al diputado Llamazares y a muchos políticos de “diferentes sensibilidades” no les gusta llamar delincuentes a los asesinos de la ETA y por eso no acaban las frases como debe hacerlo un padre de la patria: "...la reinserción social de los delincuentes". El diputado Llamazares y casi todos los padres de la patria abrazan el feminismo feroz que condena sin compasión, pero ni el feminismo, ni el diputado Llamazares, ni los padres de la patria se paran a distinguir al cafre sin entrañas que martiriza a su víctima toda la vida del que atrapan porque simplemente pasaba por allí. Para todos, Lilia es una víctima a la que proteger y los reinsertados de ETA... pues también.