Edward Coke
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Karl Kraus, que tenía muy bien calados a los periodistas, presumía de no hablar con gentes que emplearan la expresión “efectivamente”.
Yo, para el año 15, tengo hecho el propósito de dejar de hablar con gentes que empleen la expresión “Estado de Derecho”. O “centralidad”. O “gobernanza”.
“Centralidad” es un puto “drógulus”, algo que no existe.
“Gobernanza”, o gobierno de la gobernanta (todos pensamos en la gobernanta de Rebeca), es una importación de Felipe González, que en su afán de fineza se la tomó (como hiciera con el “por consiguiente” de Javier Pradera) de Strauss-Kahn, el félido sensual que en sus ratos libres nos vendía su Estrategia de Regulación Global, o sea, la “gobernanza”.
Y “Estado de Derecho” es la horma socialdemócrata para nuestro zapato liberal.
En países con zapatos nuevos, “Estado de Derecho” es que un juez impute a un miembro de la realeza con el argumento de que “Hacienda somos todos” (aquí se echa de menos un “Porque yo no soy tonto”), y que la ruidajera mediática haga del juez Castro otro juez Coke, el juez que refutó a Jacobo I: se presentó el rey como protector del Derecho, y el juez le hizo ver que era el Derecho lo que protegía al rey.
La justicia por refranes o eslóganes publicitarios se acerca mucho a la idea de lo popular que, también para la justicia, anuncian los nuevos tiempos.
El juez Castro podría justificar su campechanía como el célebre Juan de Valdés: “Escribo como hablo, con cuidado de usar de vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígolo cuanto más llanamente me es posible, porque en ninguna lengua está bien la afectación.” Sólo que, como le contestó Alfonso Reyes, nadie habló nunca como Juan de Valdés escribe.
Reyes nos hizo ver que la noción de la prosa como función literaria distinta del coloquio requiere de un descubrimiento, que en nuestra cultura lo debemos a Gorgias y a los primeros retóricos sicilianos. Que para eso la gente estudiaba antes una carrera.