Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La Comunidad de Madrid, que responde a la suma de todos, ha destituido a su director de Economía, Abejas, por el caso de las tarjetas del Monte de Piedad, y el destituido dice sentirse “víctima del caso”.
Sólo sé de Abejas por un tuit suyo de la época de Mourinho con censuras a la chulería futbolera de Cristiano Ronaldo. Con los cargos que ocupaba, ¿no tenía otra cosa que hacer en horario de oficina en el Monte? Abejas, “pipero”, pero caballero, aceptó liberalmente el reproche.
El Monte es la institución creada en 1703 por el padre Piquer (¡inventor del microcrédito!) con un real de plata depositado en una cajita al pie de la Virgen “para sufragio de las ánimas y socorro de los vivos”. Luego la política echó a la religión, y el Monte devino en panal. Hoy sólo es un ejemplo para los estudiosos del gran Bernard de Mandeville y su famosa “Fable of the Bees: or, Private Vices, Publick Benefits” (incluido el poema “The Grumbling Hive, or Knaves Turn’d Honest”).
Abejas, cobrando, se siente víctima del Monte, y los taurinos, pagando, se sienten víctimas de Las Ventas, donde, por cierto, sigue mandando Abella (Abeja, en catalán) y donde esta tarde, como cartel estrella de la Feria de Otoño, sólo está anunciado… Abellán.
Abella todavía no ha dado cuenta de la caída de la cubierta de Las Ventas: “La cúpula ha cedido como un paracaídas, bajando y sin dañar nada de la plaza”, fue la explicación oficial.
La cúpula había sido traída de Estrasburgo y era tan pija que se desplomó con todo el cuidado del mundo para ni siquiera raspar en la magnífica forja del edificio de Espelius Anduaga, “arquitecto de la burguesía plutocrática madrileña”, al decir de la Wikipedia.
Abella, más resistente que la cúpula, aguantó, y la responsabilidad política fue para el Destino, ese ceñudo príncipe que ahora se ha llevado a Abejas. ¿Por qué tendría Abella que explicarnos cómo Abellán herirá hoy nuestro corazón con la monótona languidez de los violines de Verlaine?