Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Ayuntamiento de Madrid me ha mordido once mil pesetas por aparcar en la calle: mil por el tique, y diez mil, por equivocarme al anotar la matrícula pulsando “u” cuando debía pulsar “v”, errata descubierta y sancionada por un lince municipal que por celo y diligencia podría acariciar el título de Empleado Municipal del Mes.
Hora de inicio, 9 de la mañana. Hora de la sanción, 9:27:45, más o menos el mismo tiempo que tardaron las fuerzas consistoriales en borrar una pintada contra Bolinaga en un instituto de enseñanza media de la avenida de los Toreros cuando la suelta del simpático gudari que llevaba higos a Ortega Lara (“come, come, que son afrodisíacos”).
Este dominio de la exactitud se debe a los nuevos “parquímetros inteligentes” que, con las nuevas “paradas inteligentes” para el bus, constituyen el I+D de la capital.
–Y unos adoquines preciosos –como dice de Getafe su alcalde Juan Soler, pepero posmodernamente reaccionario que censuró a un grupo de rock sólo porque el nombre le sonaba a “Rocking With Seka”.
En Nueva York tienen hoy los mismos parquímetros que en 1967 rompía Paul Newman en “La leyenda del indomable”, pero con ellos no le puedes sacar a nadie diez mil pesetas por pulsar “u” en vez de “v” en un teclado diseñado para las uñas de Fumanchú y bajo la luz de la luna (no hay otra en Madrid, que ha copiado de La Habana los apagones, no se sabe si para que vayamos “visualizando” a Monedero con la vara de alcalde).
En Nueva York no tienen ni los “parquímetros inteligentes” de Ana Botella, ni los “adoquines preciosos” de Juan Soler, ni las “performances” culturales de Tono Martínez, con lo cual tampoco les hacen falta mis diez mil pesetas ni el personal necesario para sacármelas.
Para sacarme las diez mil pesetas se necesita personal cualificado: topos para no ver la suciedad de las calles o la impostura del pequeño Nicolás, pero águilas para distinguir una “v” de una “u” en un tique de aparcamiento.