Hughes
Abc
Excalibur, sacrificado por el sistema sanitario y judicial, es decir, por el Sistema, alcanza un simbolismo tremendo. Es el perro de los perroflautas, que, increíblemente, no tenían ninguno. ¡El Rin tin tín de los Pablemos! La izquierda animalista, asamblearia, callejera, quinceme ya tiene perro. A partir de aquí, sobre la memoria de este mártir perruno, se puede edificar cualquier cosa.
Excalibur es perfecto, por dócil. Toda la buena voluntad puede proyectarse en él. Es un símbolo del buenismo absoluto. Una mascota pachorrona, doméstica, que es algo que no tuvo el gobierno de Zapatero, en el que el Bambi era él. ¿Qué mentalidad sensible va a resistirse a confraternizar con el sufrimiento de este animalillo? Es como si nos dijeran que a Troilo, el perro de Gala, lo iba a matar su amo a bastonazos. ¿Pero quién puede ser sordo a ese dolor?
Vivimos en una nueva sensibilidad que no admite estos atropellos a lo cuqui. Antes era un crimen de Cuenca, ahora es que te toquen a tu perro.
Alguien, genialmente, ha relacionado la foto de Excalibur en su balcón (cuánto molestan esos perros ladrando allí) con el Perro de Goya. Es algo entre Hush Puppies, Cruella de Vil y El Verdugo. Garrote vil (por Cruella). Lassie en el callejón del gato.
Algo entre la España negra, la astracanada y Walt Disney, que es el último elemento conformador de la sensibilidad cuqui, ¡cuquiflauta!
Maravilloso, maravilloso. ¡Y fastuosa la miopia marianil! ¡Fastuosa!