Ignacio Ruiz Quintano
Abc
A Bertrand Russell, que era sir, lo escandalizaban unas monjas tan piadosas que nunca se bañaban sin llevar puesta una bata. ¿Por qué, si ningún hombre podía verlas?
–¡Ah, pero se olvida usted del buen Dios!
La concepción monjil de la deidad era la de un mirón cuya omnipotencia le permite ver a través de las paredes del baño, pero al que frustran las batas de baño (y no es cosa de reabrir con esto la discusión del protocolo de las batas del ébola).
¡Con la monja culé quería yo ver a Russell, el filósofo de la risa de pájaro carpintero!
La monja culé es sor Lucía Caram, que el sábado, a la hora del Clásico en el Bernabéu, tuiteó (con esa letrita menuda y picuda, dulce y gangosa de las monjitas):
–Arbitro ladrón. Jugamos con el árbitro en contra. Força Barça.
Sor Lucía es argentina, pero tuerce con toda su alma por la secesión de Cataluña (“Por los ojos de la monja / galopan dos caballistas”, canturrean Mas y Junqueras).
¿Árbitro ladrón?
A esta sor va a haber que regalarle la “Tetralogía de la ejemplaridad” de Javier Gomá.
¡Ay, si el sábado le llegan a hacer al Barça en el Bernabéu lo que el domingo le hicieron (ya suponemos que para salvar la Premier) al Chelsea en Old Trafford!
Y eso que en el Bernabéu temí lo peor, pues en la pamema del “calentamiento” saltaron los aspersores del sector donde se ejercitaban los futbolistas culés, circunstancia que con Mourinho en el banquillo madrileño hubiera desatado una guerra con los hombres de Xavi, que, nunca conformes con la altura del césped, se habrían puesto a gritar “Ara és hora, segadors!” Y con el estadio repleto de turistas.
Pero la corajina de esta monja llamando ladrón a un árbitro nos lleva a recordarle, por bocachancla, lo de Manuel Ortega –Caracol el del Bulto, padre de Manolo Caracol– al bajarse del tren en Atocha, donde la vieja locomotora le pegó un bufido:
–¿Ahora vapor? ¡Esos cojones... en Despeñaperros!
“Aquests collons… a Sestimbagossos”. Que todos sabemos dónde está.