jueves, 1 de mayo de 2014

Suspiros de España en Portugal



 Hughes
 
Cuando justo antes de tirar su penalti los seguidores del Atleti empezaron a cantar «Luis Aragonés, Luis Aragonés» yo me puse en lo peor. El homenaje era apropiado. Es inmejorable. Es el año de Luis, que pasan las cosas y se nos olvidan. Así que el homenaje, la mejor corona de flores sería la Champions. Pero cantaban antes del penalti y no después y es conocido lo supersticioso que podía ser Zapatones. Para colmo, Diego Costa se puso neurótico a la hora de colocar el balón y parecía que estaba alineando un cuadro. Pero marcó y el partido se convirtió en recital colchonero. Histórico. El gol de Arda provocó la carrera furiosa del Cholo (¡otro atleta!), que parecía que ya se iba a Lisboa. Corre igual que Fernando Vázquez, aunque claro, no es lo mismo.

Simeone había desoído a Guardiola el día anterior. Aligeró el centro del campo con la salida de Adrián, pero le salió bien porque marcó en el mejor momento. Justo cuando ganaba el Chelsea y desplegaba a ráfagas ese fútbol más pequeño, pero valioso, que le menosmenosprecia nuestro casticismo esteticién, que, mucho más estando de por medio el Atleti, no dio tregua a su sectarismo peloteril. El equipo de Mou, limitado, tiene, como el mejor Pep, una música. Un ritmo. Si la crisis de un cierto fútbol desemboca en el balonmano, otro se parece por momentos al hockey sobre hielo. Qué velocidad. Lo bueno del Atleti es que responde también a ese ritmo, al pasto largo, al pasto bajo. A lo sudamericano y a lo europeo.

¿No era belleza el rompe y rasga de los centrales, ese Terry con la jeta de Russell Crowe, o Cahill, marine frontal? El mejor destino para una pareja de centrales es parecer una buddy movie. Al inicio del partido, los niños rodeaban a Mou, abrazaban a Mou. Ellos, angelitos, son sabios y conocen la verdad. ¡Yo envidié a esos niños!
 
Al salir, Diego Costa y Terry se medían como en el National Geographic. Luego, ese tramo en el que los dos, demasiado parecidos, ni se dejaban mandar, ni se dejaban obedecer. No podía el otro asumir el rol mandón, ni el rol del dominado, esa sumisión lícita y perversa del fútbol. En esa primera parte eran dos equipos muy similares, iguales. Había en ese toma y daca, en ese tal para cual, algo… algo homosexual. Eran los luchadores de Bacon. Musculaturas tácticas abrazadas. Arda y Koke no brillaban y casi se le veían más las intenciones funky a Williams y Hazard.
 
Luego, con el gol y el descanso, el Atleti se creció y dio un recital en Stamford Bridge, y lo hizo alcanzando en ese gol precioso de Arda la velocidad inglesa. La belleza del tackling de Terry, las llegadas «fast forward» por banda. Pues con eso y con superioridad final en el centro del campo y con señorío sobre el balón venció el Atleti. Al final, olés sobre rondos. Pero el Atleti lo pudo todo. Resistirle al Chelsea por lo inglés, bailarle luego por lo latino. Es como reggaetón, pero dignificado.
 
¿De qué naturaleza es este equipo del Cholo? Justo antes del gol de Adrián, cuando peor pintaba, un plano enseñaba a Simeone pensativo. No era, ciertamente, un semblante esclarecido. Había cierto encono incomprensivo en esa reflexión. Pero cuando uno tiende a pensar que lo de Simeone es solo potencia psicológica, llegan partidos así y se nos abre el Atleti en todo su muestrario futbolístico. Un equipo versátil, anfibio, de pelo y de pluma.

Vencido el Chelsea, el periodista antimourinhista le espetaba: ¡Propón, anda, propón! Era el blues de tener que confiar en el empeine de David Luiz.
 
Así que los colchoneros vuelve a la final cuarenta años después. La mala suerte que tienen, pupas centenario, es que (ya es casualidad) en la final le está esperando el vecino.

Cabalgata castiza. Madrid tiene el evento deportivo que quería, pero por la iniciativa privada del fútbol. Arias Cañete y Aznar en Europa. Cerezo y Floren comiéndose un cocido en Lisboa.

 Suspiros de España en Portugal.