domingo, 14 de julio de 2013

Domingo, 14 de julio

JULIO APARICIO, III

En el quinto, un bonito y bien armado toro de Alcurrucén, comencemos por destacar la gran virtud de haber sabido ver con prontitud la excelente condición del toro, para enfrentarse con él con inesperado arrojo y entrega total. Le echó mucho valor, para irse a la boca de riego y descararse con la fiera, que permanecía altiva, engallada y con la boca cerrada. A partir de ese momento, la plaza se enardeció como hace mucho tiempo que no veíamos. Se impuso la aromática personalidad del torero sevillano, que enderezó la figura y bajó la mano con asombrosa torería, lejos de cualquier afectación teatral, que esta vez sólo empleó cuando había tirado sin puntilla a su enemigo. Hasta entonces, todo había sido toreo de la más pura ley, completamente diferente a lo que presenciamos cada tarde. Surgieron muletazos primorosos, preñados de estética: la bien plantada figura erguida y la muleta  rastras. Había en los pases mucho sabor y hondo sentimiento, que llegaba a la sensibilidad de los más exigentes aficionados. Toda la obra de arte transcurrió en continuos y enlazados oles. Como enlazados y perfectamente ligados se producían los pases. Hubo mucha belleza en el toreo de Julio. Aroma de un toreo de otro tiempo, casi olvidado, que nos llenaba de nostalgias y hasta de lágrimas a todos. Faena de pura filigrana, de delicado orfebre de este dificilísimo arte.
JULIO APARICIO, INSPIRADÍSIMO, DIBUJÓ EL ARTE DE TOREAR / VICENTE ZABALA PORTOLÉS
LAS TAURINAS DE ABC
EDICIONES LUCA DE TENA, 2006

Ignacio Ruiz Quintano