Intimidad en la celda
Francisco Javier Gómez Izquierdo
En esta Babel sin misericordia que nos toca, se viene discutiendo con pocos fundamentos sobre la intimidad, a propósito de una concejala con menos conocimiento del mínimo que se supone a los de sus inclinaciones. Naufragando en el rifirrafe de la anécdota pasa desapercibida la ausencia de delito en otra señora con cargo de juez que ordenó grabar el vis a vis de un preso en una cárcel de las Baleares.
La comunicación de vis a vis es un encuentro íntimo en una habitación cerrada en la que hay una cama de matrimonio y un servicio. Es el lugar donde el preso o la presa se encuentra con su pareja que por lo general viene de la libertad -“de la calle”-, ya que también hay vis a vis entre presos y presas. “El vis a vis” es sexo al que muchos internos llevan helados y chocolatinas que compran en el “colomato” para frotar allí donde ustedes imaginan, por lo que no cabe en cabeza humana educada en los mínimos principios del respeto al prójimo vigilar los sonidos de estas intimidades... pero si un juez sospecha de que en uno de estos encuentros amatorios se va a descubrir el secreto del tesoro de los Templarios, pues mire usted, ¡él sabrá!
La comunicación de vis a vis es un encuentro íntimo en una habitación cerrada en la que hay una cama de matrimonio y un servicio. Es el lugar donde el preso o la presa se encuentra con su pareja que por lo general viene de la libertad -“de la calle”-, ya que también hay vis a vis entre presos y presas. “El vis a vis” es sexo al que muchos internos llevan helados y chocolatinas que compran en el “colomato” para frotar allí donde ustedes imaginan, por lo que no cabe en cabeza humana educada en los mínimos principios del respeto al prójimo vigilar los sonidos de estas intimidades... pero si un juez sospecha de que en uno de estos encuentros amatorios se va a descubrir el secreto del tesoro de los Templarios, pues mire usted, ¡él sabrá!
¡No! No es lo mismo la intervención de la comunicación del vis a vis que la del preso con sus abogados. Ésta última es totalmente ilegal. La otra puede ser reprobable, pero pueden aceptarla los Códigos.
La jueza no escuchó cosa de importancia en la cinta magnetofónica y otro juez tampoco consideró invasión de la intimidad la decisión de Su Señoría.
¿Quién es más celoso de su intimidad? ¿Aquél que esconde su desnudez o quien la enseña un poquito? ¿Aquél que habla a gritos en el salón de su casa o al que le ponen un micrófono debajo de la cama de su dormitorio? ¿Quién gasta cámara de televisión o quién pone cerradura en el cuarto? ¿Y quién juzga la afrenta?
Una guapa colombiana casó hace cinco años con un atracador sevillano, que juntó mucha fortuna antes de ser detenido. La habilidad de los abogados consiguió una condena reducida por falta de pruebas suficientes en muchas de sus fechorías, pero la joven esposa nunca pensó que el marido alcanzaría el tercer grado tan pronto como lo consiguió. Durante los dos años que el sevillano estuvo preso, la espectacular colombiana, que vivía como una reinona, visitó regularmente al marido y tuvo fogosos vis a vis íntimos de los que el preso presumía ante los colegas. Cuando éste salió, conoció de las andanzas indecorosas de la amada y la repudió, que en germanía es echarla de casa y negarla mantención. La guapa juró venganza y acudió presta ante unas abogadas feministas que le aconsejaron acusar al marido de violación cada vez que acudió a las comunicaciones vis a vis talegueras. Incomprensiblemente, una jueza atendió la denuncia de hechos supuestamente ocurridos hacía más de un año y al atracador le revocaron la condicional, estando casi dos años enchiquerado a la espera de juicio por violación. (Téngase en cuenta que a comunicar va uno libremente a la cárcel desde la calle. A pasar dos horas que reconfortan al preso). Como no podía ser de otro modo, el acusado fue absuelto... y la intimidad de la colombiana aireada vergonzosamente en falso testimonio, que por supuesto no tiene condena en el Código por ser de menor rango que el talibanismo de género femenino.
Es cosa probada. En cuestión de intimidad, lo que diga el feminismo.
La jueza no escuchó cosa de importancia en la cinta magnetofónica y otro juez tampoco consideró invasión de la intimidad la decisión de Su Señoría.
¿Quién es más celoso de su intimidad? ¿Aquél que esconde su desnudez o quien la enseña un poquito? ¿Aquél que habla a gritos en el salón de su casa o al que le ponen un micrófono debajo de la cama de su dormitorio? ¿Quién gasta cámara de televisión o quién pone cerradura en el cuarto? ¿Y quién juzga la afrenta?
Una guapa colombiana casó hace cinco años con un atracador sevillano, que juntó mucha fortuna antes de ser detenido. La habilidad de los abogados consiguió una condena reducida por falta de pruebas suficientes en muchas de sus fechorías, pero la joven esposa nunca pensó que el marido alcanzaría el tercer grado tan pronto como lo consiguió. Durante los dos años que el sevillano estuvo preso, la espectacular colombiana, que vivía como una reinona, visitó regularmente al marido y tuvo fogosos vis a vis íntimos de los que el preso presumía ante los colegas. Cuando éste salió, conoció de las andanzas indecorosas de la amada y la repudió, que en germanía es echarla de casa y negarla mantención. La guapa juró venganza y acudió presta ante unas abogadas feministas que le aconsejaron acusar al marido de violación cada vez que acudió a las comunicaciones vis a vis talegueras. Incomprensiblemente, una jueza atendió la denuncia de hechos supuestamente ocurridos hacía más de un año y al atracador le revocaron la condicional, estando casi dos años enchiquerado a la espera de juicio por violación. (Téngase en cuenta que a comunicar va uno libremente a la cárcel desde la calle. A pasar dos horas que reconfortan al preso). Como no podía ser de otro modo, el acusado fue absuelto... y la intimidad de la colombiana aireada vergonzosamente en falso testimonio, que por supuesto no tiene condena en el Código por ser de menor rango que el talibanismo de género femenino.
Es cosa probada. En cuestión de intimidad, lo que diga el feminismo.
Intimidad en la playa

