Jorge Bustos
La hora del adiós suele coincidir con la de la autojustificación. A Jesús Eguiguren, Txusito para el paisanaje más habituado a sus travesuras, le deja la política cuando ella ya nada puede esperar de él y viceversa, indudablemente. Accedió al grupo parlamentario del Partido Socialista de Euskadi en 1982, ha presidido la Cámara de Vitoria y el propio PSE y, durante 30 años, sobre el siempre tortuoso escenario de la política vasca, ha maquinado incansablemente, ha dialogado sombríamente, ha declarado irresponsablemente. Ahora concurre en el simbólico puesto 25 a las listas electorales del PSE, una forma de gratitud partidaria en la despedida, mientras se ultima el estreno para octubre de una película documental –el documental se antoja el género vasco por antonomasia, una categoría a priori para conjurar la frivolidad– sobre su vida, trayectoria y milagros todavía por confirmar. Se llamará Memorias de un conspirador y en él confiesa el protagonista: “Yo nunca he sido mediador ni he sido nada. Yo era una especie de conspirador que iba a lo que iba. Y yo ya sabía cómo acaban los conspiradores, despreciados por unos y por otros”.
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