jueves, 6 de septiembre de 2012

Deadwood

Deadwood

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    De la tristeza de Ronaldo a la alegría de Bosé, y de la alegría de Bosé a la paz de Íker, como familiarmente le llaman los que le han dado el Príncipe de Asturias, que seguramente sea un premio contra alguien (de entrada, la web del Barcelona dio la noticia con la foto de Xavi metiéndole un gol a Íker), como todos los premios que se dan en España.
    
Si queremos que verdaderamente “salga” Íker a coger el premio, por favor, que la organización no lo saque de córner –decía ayer Jorge Bustos, madridista antes que liberal.
    
Y dice un amigo tuitero que Íker viene a ser el hijo que Zapatero hubiera deseado tener, un príncipe de la paz, de esta paz que sólo a Esperanza Aguirre se le ocurre romper con un golpe de intuición: Eurovegas se establecerá en Alcorcón, a dos pasos de Móstoles, la cuna de Íker, proporcionando a Tomás Gómez material para el incendio.

    Para esta socialdemocracia alfredolandesca empeñada en vendernos una fábula moral de un equipo de fútbol que llaman la Roja, Eurovegas es la versión imperialista de Deadwood, aquel pueblo HBO de Seth Bullock, Al Swearengen, Calamity Jane, EB Farnum
    
Las beatas andaluzas a las que Pemán veía santiguarse cuando dejaban escapar que el torero guapo era Pepe Luis son una broma, comparadas con estos jefes del socialismo madrileño que truenan como Isaías ante el nombre de “Eurovegas”.

    –¡Prostitución! ¡Juego! ¡Tabaco!
    
La ley antitabaco, esa fascistada paliada por el incumplimiento, es la piedra angular de la moral socialdemócrata.

    –Imagínese. ¡Fumando en la tragaperras!
    
Hablan de Las Vegas por lo que les ha enseñado Scorsese. Pero hablar de Las Vegas por “Casino” es como hablar de Madrid por “La torre de los siete jorobados”.