viernes, 3 de febrero de 2012

Perdederos

Hannah Arendt

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Ni crisis ni fríos. Toda España habla del sobaco de Pinto, incluso los que no saben quién es Pinto ni creen ser de España.

El balón me dio entre el sobaco y la mano.

Ay, señorito, que el sobaco de Pinto va a ser la zarza lobera adonde va a parar el balón, que es una liebre.

La zarza lobera como el perdedero (“lugar por donde se zafa la liebre perseguida”) de España.

Todos cuentan con su perdedero.

La zarza lobera de Pinto fuera del área es una trinchera de ramas y púas: el sobaco. La zarza lobera de Garzón en el Supremo son una milicia de la guerra civil. Y la zarza lobera de los antitaurinos en el Congreso es… Auschwitz.

La tauromaquia es patrimonio cultural como lo pueda ser Auschwitz –dice un diputado maño que se reclama de izquierdas, fumándose el informe de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal.

A Pinto no lo expulsan porque cuenta con que el balón no le da en la mano, sino “entre el sobaco y la mano”. A Garzón no lo expulsan porque cuenta con la guerra civil. Y al diputado maño no lo expulsan porque cuenta con Auschwitz y representa a esa extraña soberanía popular que se escandaliza con la bárbara suerte de varas, sin caer en la cuenta, como Gecé, de que esa suerte se debió a la Revolución francesa, que derribó al Caballero de su Caballo y se lo entregó, hecho un penco, al antiguo lacayo, al jifero, para que lo inmolase como un trasunto del Caballero mismo.

Cada cornada en el vientre del caballo, consolidación del liberalismo: el Parlamento en marcha.

Nuestro Parlamento.

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