JUECES
-Felipe III mandó procesar a D. Rodrigo Calderón, que había caído de su gracia. Lo prendieron en Valladolid, noche del 20 de febrero de 1619, y al fin le trajeron a Madrid y encerraron con gran rigor y estrecha vigilancia en un cuarto de su propia casa (calle Ancha de San Bernardo). El 7 de enero de 1620 se le dio tormento. Uno de sus jueces, Corral, se apiadó de él, y con su mismo pañuelo le enjugó la sangre que los cordeles le habían hecho brotar. La leyenda ha hecho de Corral un juez bueno: él se oponía a la sentencia de muerte, considerando que la prisión y tormento eran ya bastante castigo. En cambio, el juez Contreras, que propuso la degollación, pasa por el juez malo, aunque abundan en abono suyo las razones. Y el tercer juez, Salcedo, "que con su voto resolvió el empate a favor de la muerte de Calderón, ha merecido de la posteridad el cómodo homenaje de la indiferencia". La sentencia mandaba: que sea "degollado por la garganta, hasta que muera naturalmente". El pueblo odiaba en D. Rodrigo la representación de un régimen de injusticias; pero acabó por arrepentirse ante la grandeza con que la víctima propiciatoria resistía su desgracia... El 21 de octubre de 1621, D. Rodrigo fue ejecutado ante una multitud en lágrimas. Ya lo dice Quevedo, gran poeta de epitafio: "La muerte de D. Rodrigo Calderón fue la que vivió, y su vida no fue más que su muerte".
DON RODRIGO CALDERÓN / ALFONSO REYES
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Ver momia de D. Rodrigo Calderón
Ignacio Ruiz Quintano
-Felipe III mandó procesar a D. Rodrigo Calderón, que había caído de su gracia. Lo prendieron en Valladolid, noche del 20 de febrero de 1619, y al fin le trajeron a Madrid y encerraron con gran rigor y estrecha vigilancia en un cuarto de su propia casa (calle Ancha de San Bernardo). El 7 de enero de 1620 se le dio tormento. Uno de sus jueces, Corral, se apiadó de él, y con su mismo pañuelo le enjugó la sangre que los cordeles le habían hecho brotar. La leyenda ha hecho de Corral un juez bueno: él se oponía a la sentencia de muerte, considerando que la prisión y tormento eran ya bastante castigo. En cambio, el juez Contreras, que propuso la degollación, pasa por el juez malo, aunque abundan en abono suyo las razones. Y el tercer juez, Salcedo, "que con su voto resolvió el empate a favor de la muerte de Calderón, ha merecido de la posteridad el cómodo homenaje de la indiferencia". La sentencia mandaba: que sea "degollado por la garganta, hasta que muera naturalmente". El pueblo odiaba en D. Rodrigo la representación de un régimen de injusticias; pero acabó por arrepentirse ante la grandeza con que la víctima propiciatoria resistía su desgracia... El 21 de octubre de 1621, D. Rodrigo fue ejecutado ante una multitud en lágrimas. Ya lo dice Quevedo, gran poeta de epitafio: "La muerte de D. Rodrigo Calderón fue la que vivió, y su vida no fue más que su muerte".
DON RODRIGO CALDERÓN / ALFONSO REYES
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Ignacio Ruiz Quintano