Oppenheimer
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La vela en este entierro de la ilusión (“¡ya no me hace ni ilusión!”, dice Cassen cuando consigue pagar la letra del motocarro en “Plácido”) es Carmen Vela, una Carmen de España que el gobierno de Rajoy pone al frente del I+D, a cuyo chiringuito debemos, por ejemplo, la fórmula de la gula del Norte.
–La ciencia no es política –dice Vela.
Y lleva razón. Ella estuvo con Zapatero por lo mismo que está con Rajoy: esa ciencia española para situarse en el sitio del remate, como el delantero centro.
Vela se apuntó a Zapatero con un manifiesto contra la “teocracia para imbéciles” que encarnaba Rajoy, y ahora se apunta a Rajoy…
–La irradiación de mil soles en el cielo, el esplendor del máximo poder… Soy la muerte, que destruye a los mundos –dijo Oppenheimer, director del Proyecto Manhattan, ante la primera prueba nuclear en el desierto de Nuevo México.
Para expulsar a España de la Onu hacía falta presentarla como un peligro para la paz, y los comunistas polacos adujeron que el franquismo fabricaba una bomba nuclear en Ocaña. ¿Será Vela el Oppenheimer de Rajoy para recuperar el Proyecto Ocaña con que afianzar su teocracia?
Vela no habla nueve lenguas ni parece capaz de leer los siete tomos de Gibbon en un trayecto ferroviario Los Ángeles-Nueva York. Pero Oppenheimer tenía cosas de Vela: casó con la viuda de un brigadista muerto en España y se le prohibió meter la nariz en el proyecto de la bomba H.
¿Qué puede decir uno? Si nuestra acreditada izquierda teme más a la teocracia de Rajoy con su Garoña que a la democracia de Ahmadineyad con sus misiles, por algo será.
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La satisfacción velera de volver a conseguirlo (¡en una teocracia!)
asombra incluso a su padrino Guindos
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