miércoles, 25 de enero de 2012

Cipayos


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Observadores internacionales en el juicio a Garzón.

¡Ni que España fuera una colonia de cipayos!

Eso dijo Gil Robles en el 34, cuando se negó a recibir a los observadores extranjeros venidos para vigilar la represión republicana contra los golpistas de Asturias. Los paseaba por Madrid una diputada socialista, María Lejárraga, de Mujeres Antifascistas, que con su labia hizo llorar al pobre Lerroux, que tenía que indultar a González Peña, uno de los filántropos condenados (de mentirijillas) a muerte.

La misma izquierda que ahora trae observadores de fuera para destapar los muertos del 36 trajo entonces observadores de fuera para tapar los muertos del 34.

Me he negado a recibirlos, y si yo fuera Gobierno, ahora mismo estarían camino de la frontera, como cualquier indeseable.

Pero Gil Robles, que había ganado arrolladoramente las elecciones, no gobernaba, pues la República tenías sus caprichos democráticos, y los observadores internacionales, con el cursi de lord Listowel a la cabeza, se fueron de gira por España.

El lord se había traído de intérprete a una miss (miss Wilkinson), que sacaba la lengua a la gente. Según el “Diario de Madrid”: “Nos acercamos al automóvil donde se encontraba la señorita inglesa y ésta, por toda explicación, sacó la lengua y cerró rápidamente la ventanilla... Después nos preguntó si éramos policías, y al contestarle negativamente y decirle que éramos periodistas, volvió a sacar la lengua y a cerrar la ventanilla”.

Y Camba, en un artículo estupendo en ABC, interpretó que aquel gesto de la miss quería decir:

Pueblo ingrato. ¡Anda y que te zurzan! Nosotros siempre encontraremos por ahí alguna ciudad asolada por un terremoto, para investigar...

O sea, para gorronear. ¡Colonia de cipayos!

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