jueves, 19 de enero de 2012

Garzón


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

En Torres, su pueblo, de chico le decían “Paticas”, pero, andando, andando, hay que ver adónde ha venido a parar.

Garzón es inocente, diga lo que diga el alto tribunal, que nunca pudo caer más bajo –tuiteó ayer Llamazares, tras consulta con Pilar Bardem, nuestra John Rawls de Híspalis.

Cosas de la izquierda.

La izquierda permanece en la justicia de Antígona, la de las “leyes no escritas” del Bien político, que es el Bien de la izquierda.

Pero Llamazares es un político de déficit, y ahora que Montoro va a meter en la cárcel a los políticos con déficit debe saber que el locutorio carcelario es un confesionario laico, es decir, un lugar sagrado que no admite escuchas, con la excepción –avisada– del terrorismo, y tampoco está bien abolir la pena de muerte para luego aplicar la ley de fugas.

¿Injusticia o sinjusticia?

La injusticia es concreta: hiere y pasa. La sinjusticia (inventada por Fray Luis) es niebla de España: favor, influencia, ligereza, politiquilla...

¡Y qué sentida es la izquierda para la sinjusticia! Cuando el prendimiento de Bautista en la Sgae, una enfermera le confesó a Víctor Manuel: “Tiene el pulso de un inocente”.

De Garzón sabemos por Pilar Urbano cómo se pone los calcetines, pero todavía no ha aparecido esa enfermera de “Anatomía de Grey” que nos confirme su pulso.

Sin enfermera, ¿qué dice la ley?

La ley es la organización de la violencia destinada a dominar a una cierta clase –avisa Lenin (contra la tentación democrática) a sus bolcheviques.

Nos queda Llamazares, tal que un loquillo de atar, meciendo a la Inocencia con una cancioncilla de amores aldeanos, como Juan de la Cruz en su Nochebuena.

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