viernes, 20 de enero de 2012

El telenoveñol en Serbia

Ricardo Bada

El Espactador

Y hace un tiempo recibí un email de Blancanieves en el que me decía que la TV serbia transmite algunas telenovelas latinoamericanas, naturalmente subtituladas. Con el resultado de que los serbios se han acostumbrado a emplear en la vida diaria el telenoveñol, con expresiones tales como “hija mía, lárgate de aquí, mi corazón, cierra la puerta por favor, buenos días, buenas noches, usted, basta, claro, por supuesto, amor, por favor mi amor, abrázame, diablo, pobre, pobrecita, tu casa, rico, fuerte, cómo estás, embarazada, bandido, gracias, qué haces, tiempo, malo, bueno, niña, mujer, hombre, casada, estrella, por qué, otra vez, muchachos, yo soy una mujer”, etc.

Coincidente con el email de Blancanieves desde Belgrado, pude leer en el ABC de Madrid una crónica acerca del idioma juvenil en Noruega, donde se habían impuesto términos tales como “adiós, caramba, hombre, salsa, señorita” y “vale”.

Y como ya saben, en el año 2002, por primera vez en la historia de los Estados Unidos, dos candidatos a gobernador de un estado (Texas), mantuvieron un duelo televisivo en español.

Por si todo esto fuera poco, hace tiempo que vengo observando cómo los jóvenes alemanes también emplean con harta frecuencia expresiones de nuestro idioma, diciendo p.ej. “amigo” con la misma naturalidad con que dicen “Lebensversicherungsgesellschaft”, vocablo de 31 letras —de las que sólo nueve, pobrecitas, son vocales— y que no significa sino “compañía de seguros de vida”.

E imagino que en otros países y otros idiomas la situación debe ser muy parecida: el poder contagioso de nuestro idioma es algo de alquilar balcones, como nos enseña la donosa expresión rioplatense.

Entonces, arriesgando repetirme, les diré que tengo la gran esperanza de que el español se convierta en la segunda lingua franca del futuro. Aunque, por otra parte, ello me pone un poco triste. Porque si la Humanidad no remedia de una vez y para siempre sus males, pudiera ser que la última palabra que se escuchase en este planeta fuese una sonora mentada de madre, y nada menos que en nuestro idioma.

(...)

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