lunes, 28 de agosto de 2023

Don Rubiales


Francisco Javier Gómez Izquierdo

 

         El poder ejercido con muletas tales como "¡porque lo mando yo!", o las más groseras "¡porque me sale de los cojones!" suele resultar indigno y desdice mucho a quien lo detenta. El poder te lo puede dar otro poder superior en pago a usted sabrá por qué o facilitártelo almas inocentes ante las que tiene usted facilidad para deslumbrar o fascinar. El poder con auctoritas es bueno porque todos notan que el que decide procura lo justo, por eso cree uno que es desgracia española comprobar de continuo que aquí todo el que manda lo hace "por riles" ; sin auctoritas. No sé a ustedes, pero a mí me parece que los mandones, los barandas -¿quién no ha tenido un baranda indeseable, tiranuelo, abusón, etc?- que en España presumen de serlo en el fondo desprecian al prójimo con entusiasmo. Todos lo intentan disimular, pero, presuntuosos en su exposición, siempre son delatados por detalles.


     Don Rubiales es, o era hasta antier, un mandón. Aquí lo ha puesto servidor en varias ocasiones. No es cosa de repetir el episodio del descenso administrativo del Burgos ¡¡¡por cinco millones de pesetas!!!  en 2002 y cómo, con el beneplácito de su AFE, ocupó la plaza el Levante, al que en Burgos se considera aún que mercadeó con nuestro difunto presidente, Quintano Vadillo. Sepan que tuvo que huir de la ciudad ante tamaña tropelía. Don Rubiales no veló por los jugadores del club al que tanto quiero y siempre sospeché que empujó en favor de los que consideraba de su familia. Ésto antes de ser lo que hoy es. Las mañas enredadoras ya las gastaba con el plácet de otros mandones con intereses.


     Uno cree que Don Rubiales las ha hecho gordas, pero, ¡claro está!, es muy particular parecer. El episodio de la final en Australia, además de bochornoso, uno lo encuentra inexplicable, y se me escapa a cuento de qué vinieron aquellos arrebatos juliganescos que ya sólo se permiten en zonas de los estadios acotadas por la policía. Si infinita fue la falta de educación de Don Rubiales, no es menor la proliferación de tribus farisaicas y sepulcros blanqueados de los que nos hablan las Sagradas Escrituras. Uno cree que Don Rubiales debe pagar las culpas que le correspondan -ya debiera haberlo hecho- porque lo decida un juez en un tribunal. ¡Ojalá fuera cierto que los incompetentes dimiten porque es clamor popular!

 

 Mejor nos iría a todos si no se apuntaran a los pesebres administrativos los peores ciudadanos. Don Rubiales se ha convertido en un juguete extraordinario para los charlapuñaos de radios y televisiones y para los escribidores de los periódicos, tribunales todos que no necesitan leyes ni reglamentos para condenar a modo. Les basta la Inquisición de moda. La de lo políticamente correcto. Utilizan a la mujer a conveniencia y no ahorran perversidad  para señalar a los tibios y apedrearlos por haber dicho "Jehová". Habrá que borrarse de todo, pero no me resisto a ver otra vez La vida de Brian. Antes de que la prohíban.