Antonin Scalia
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Porque si la libertad de prensa no sirve para la averiguación de la verdad, ¿para qué sirve? Fue una de las grandes preguntas planteadas por el fundador Alexander Hamilton (éste sí, no Tocqueville, queridos tertuliamos) durante su célebre defensa forense del editor federalista Harry Croswell.
De lo que queda de la “democracia representativa” fundada por Hamilton es una idea la confesión, en un subcomité del Congreso, de la ex editora de Política del New York Post, Emma-Jo Morris, que en 2020 osó publicar algunos datos de la computadora de Hunter Biden.
–Cinco días después de la información, ellos (los malos) publicaron una carta de miembros de la comunidad de inteligencia americana afirmando falsamente que la primicia del Post tenía “todas las características clásicas de una operación de información rusa”… (en este punto Morris no puede contener la carcajada).
El urdidor de la carta había sido… Tony (¡otro Antoñito!) Blinken, lo que convertía el asunto en algo bastante más grave que el Watergate, pero Morris no es tenebrosa, como Woodward (Redford en el cine), el ídolo de una generación de papafritas del periodismo que dieron mucho la chapa en España, un país ayuno de cultura política, como finamente lo dijo Nicolás R. Rico, para quien el españolejo, y esto se ve estos días con la farsa pos-votacional de los pactos (¡democracia pactista!), sería ese “animal locuaz que piensa por mor del pienso”.
En la Red disponen los curiosos de un video del juez Antonin Scalia, originalista elevado por Reagan a la Corte Suprema, que explica, con una sencillez ofensiva para nuestros infatuados mendrugos patrios, el secreto de la única democracia representativa existente. ¿Qué hay en la Constitución, pregunta, que nos hace ser lo que somos? Las maravillosas previsiones incluidas en la carta de derechos. Ok. Pero si creen que una Declaración de Derechos es lo que nos distingue, están locos. Cualquier república bananera tiene una de ésas. La de la Urss tenía más que la nuestra: lo garantizaba todo, pero eran sólo palabras en un papel. ¡Garantías de papel! Lo principal: la Urss no prevenía contra la centralización del poder en una persona o en un partido. Cuando esto pasa, terminó todo. “Game Over”. La Declaración de Derechos no vale nada.
–El secreto del éxito es la estructura del gobierno. Dos poderes separados y ninguno soberano (toda soberanía desaparece al dividirse). Lo fundamental: un Ejecutivo elegido separadamente. Esto da mucho trabajo, muchos problemas, como saben… (se dirige a congresistas). A veces me invitan de Europa a dar charlas sobre la separación de poderes. En Europa no han pretendido nunca separar los dos poderes políticos. Son países parlamentaristas: el Ejecutivo es una criatura salida del Legislativo, y no hay discrepancias.
No hay, pues, política, que es precisamente la razón de ser del Estado de Partidos. “Haga como yo, no se meta en política”. Game Over, España.
[Viernes, 28 de Julio]