Curtis Yarvin
Si por casualidad lees este blog sólo por los artículos, es mi deber informarte de que te estás perdiendo la mayor parte de la diversión. Puede que UR no sea el blog más inteligente de la red, pero desde luego tiene los comentaristas más inteligentes. Esto se debe probablemente a que es nuevo, y los yahoos todavía no han llegado. Pero a mí me sigue maravillando.
(Puede que en algún momento afloje el flujo de verborrea para que las viejas discusiones se mantengan frescas durante más tiempo. Me parece importante, dado que UR es un blog nuevo, mantener un ritmo bastante brutal, para que el sitio no parezca atractivo al tipo de lector equivocado. Espero que en algún momento haya una masa crítica de descontentos que lean rápido y puedan disciplinar sus propias filas).
Hubo un par de comentarios sobre mi post original sobre el ultracalvinismo que no tuve la oportunidad de responder. En lugar de publicar en un hilo muerto hace mucho tiempo, se me ocurrió sacarlos aquí.
En primer lugar, el extraordinario comentarista Michael, que expone regularmente los hilos superficiales de mi endeble pseudoerudición autodidacta.
Michael señala que, dado que la mayoría de nosotros pensamos que la esencia del calvinismo es la predestinación (la doctrina de que Dios, que lo sabe todo, sabe quién de nosotros se salvará o no), describir a los idealistas progresistas (que son universalistas en el sentido cristiano estricto, es decir, creen que todos nos salvamos) como «ultracalvinistas» es bastante extraño.
Y, en efecto, aquí estoy forzando un poco el sentido habitual. La razón por la que creo que puedo salirme con la mía es sencilla: si defines el calvinismo a la manera de Michael, el calvinismo está tan muerto como el mitraísmo.
¿Hay realmente alguien en el mundo en 2007 que se preocupe seriamente por el Sínodo de Dort? ¿Quién tiene alguna opinión firme sobre los temas de la elección incondicional, la depravación total, la perseverancia de los santos, la expiación limitada o la gracia irresistible, los «Cinco Puntos» del calvinismo ortodoxo?
Bueno, en realidad sí tienen opiniones sobre una de ellas: la gracia irresistible. Este es el camino general de la evolución doctrinal: los órganos no utilizados se atrofian, y toda la maquinaria se simplifica, como los peces blancos de las cavernas que se perdieron sus ojos. Jefferson se deshizo de la Trinidad, Emerson nos liberó del Infierno, y así hasta Harvey Cox y su «teología secular». (Si crees que «secular» es sinónimo de «ateo», aún no tienes claro todo el horror de la situación).
Cuando Michael, al igual que la mayoría de las personas cultas, equipara el calvinismo con la predestinación (también conocida como elección incondicional), está aplicando lo que en un post anterior denominé una estrategia de clasificación nominalista. Es decir, está tomando la teología calvinista al pie de la letra. El calvinismo se define a sí mismo como los Cinco Puntos, así que ¿por qué no deberíamos respetarlo?
He aquí por qué: porque el resultado que produce el enfoque nominalista es que un prototipo replicante de considerable importancia política y cultural, con tendencias patológicas conocidas, simplemente ha desaparecido. Se ha extinguido. No hay ninguna necesidad de preocuparse por ello. Estos no son los droides que andabas buscando.
Sin embargo, si aplicamos las estrategias morfológica o cladística, obtenemos un resultado muy diferente. El replicador salta de inmediato a la vista. No ha desaparecido en absoluto, sólo ha mutado en unitarismo (es decir, en un unitarismo no universalista, ya extinguido), que engendró el trascendentalismo, que engendró el unionismo, el progresismo y el movimiento ecuménico, que se convirtió en el sistema «superprotestante» del que tanto se burlaban los últimos grandes flower children, que lo conquistaron y nos dieron el multiculturalismo, la «diversidad», etc.
No es un giro inusual en absoluto. Los sistemas de creencias y las lenguas evolucionan de forma muy parecida y, si nos fijamos en los giros históricos de, por ejemplo, el inglés, la evolución del calvinismo al ultracalvinismo parece positivamente sencilla y sosegada.
Y cuando utilizamos el método adaptativo, el resultado es aún más inquietante.
En primer lugar, por supuesto, este truco de desaparecer de la pantalla del radar es muy sospechoso. De hecho, como señalé en mi último post, el ultracalvinismo tiene razones muy convincentes para no querer ser conocido ni como cristiano ni como protestante, porque sus patrones de intolerancia son extremadamente feos y familiares para cualquiera que pueda tragarse cualquier taxonomía de este tipo. (Peter Hitchens ha llamado a su equivalente guiri «la fe más intolerante que ha dominado Gran Bretaña desde la Reforma»). Si alguna vez se llegara a entender que la «corrección política» no es más que un caso de intolerancia religiosa común y corriente, sus apologistas descubrirían que su jocosa costumbre de excusarla como una especie de alboroto intelectual, cosas-de-chavales, etc., ya no les saldría tan fácilmente de la lengua, y sus enemigos se encontrarían infinitamente mejor armados.
Pero lo peor es que el método adaptativo no identifica la predestinación como la invariante más destacada del calvinismo. Tampoco se centra en la depravación total ni siquiera en la gracia irresistible.
En cambio, señala que una característica compartida por todos los prototipos de esta línea de descendencia, desde Calvino a Emerson y Hillary Clinton, desde Ginebra a Chautauqua y Haight-Ashbury, ha sido su asidua insistencia en construir el reino de Dios en la Tierra.
Por supuesto, esto es lo que Erich Voegelin llamó «inmanentizar el escatón». Doctrinalmente, se origina en una interpretación postmilenial del Libro del Apocalipsis. Si no se está de acuerdo con esta interpretación, como les pasa a muchos, se podría decir (como ha hecho Michael) que esto representa un rechazo del cristianismo en favor del gnosticismo.
Pero, de nuevo, esto es nominalismo. Y también es centrarse, como he dicho muchas veces, en las creencias metafísicas. Por definición, las creencias metafísicas no pueden ser directamente adaptativas, es decir, no pueden crear por sí mismas un incentivo para alterar el mundo real de forma que mejore la capacidad del sistema de creencias para transmitirse a sí mismo.
Por otra parte, construir el reino de Dios en la tierra es ciertamente una acción física, y la creencia de que es moralmente imperativo es ciertamente una creencia física. Pero ¿es adaptable? ¿Puede Kobe entrar a canasta? ¿Hacía rock Led Zeppelin? ¿Es el Papa… etc.
Así que cuando identificamos el secularismo progresista como una cosa y el cristianismo protestante como otra, básicamente nos hemos expuesto a uno de los patógenos intelectuales más peligrosos de la historia occidental, le hemos dicho «¿qué hay?», le hemos invitado a una fiesta salvaje en el jacuzzi y le hemos prometido desactivar nuestro sistema inmunológico durante toda la noche. ¿Es esto una epistemología segura? Yo creo que no.
Había otro comentario en el hilo al que quería responder, pero hoy no tengo tiempo. Intentaré hacerlo mañana.
[22 de junio de 2007]
Leer en La Gaceta de la Iberosfera